"Anda, que la que nos liásteis hace cinco años...». Seis, había que recordarle. «Bueno, seis, fíjate cómo andamos desde entonces». Nosotros no andamos mejor, le recuerdo, además de que lo suyo fue por otros motivos, nada deportivos. Del palo deportivo se recupera uno, del económico… Es habitual que hablemos de lo nuestro. El Murcia, al parecer, está instalado en la llamada al murcianismo, en el amor a los colores, en la unión, en el sentimiento. Vamos, en todas aquellas cosas a las que se apela cuando la caja tiene más telarañas que una cuadra abandonada y, por lo tanto, el miedo está ahí, bajo la superficie, amenazando con la ruina total, aquella que añade la deportiva a la económica. Pero a él no se le va nunca de la cabeza aquel partido de junio del 2014. «Si ganamos, pasamos a la final y eliminamos a Las Palmas no se hubieran atrevido a hacernos lo que nos hicieron». Es posible.

Tiene su entrada. Le parece increíble ir a la Nueva Condomina (perdón, Enrique Roca, la pela es la pela) meses y meses después y va con alguien de la familia y un amigo. Es curioso cómo el Córdoba CF suele tener mejor nombre fuera de Córdoba que en la ciudad. Siempre se le valora como un rival fuerte, pero no imbatible, no imposible. Generalmente se le ve con esa fortaleza superable, que es a lo que aspiran todos los clubs de Segunda B cuando se enfrentan al cordobesista. Sería bueno tomar nota. No solo de cara a la galería, sino tomarlo como algo real, lo que implica un doble esfuerzo por parte de los que visten de blanco y verde. Y el Murcia, un clásico del fútbol, no iba a ser menos. Con el de este domingo ya son 57 los partidos en los que se han cruzado, aunque este derbi -porque lo es, aunque aún no reconocido- debía disputarse en plata. 42 de esos 57 se han disputado en Segunda A.

Al final, no llegaron ni a 3.000 los que se dieron cita en en estadio pimentonero. Pero en cualquier caso, continúa siendo una distorsión. Esos menos de 3.000 se hicieron notar de lo lindo. O quizás sea la triste costumbre de asistir a partidos sin público. De repente se escucha a 3.000 y a uno le parece El Arcángel de las grandes ocasiones. O la Nueva Condomina de esos partidos a cara o cruz, esos en los que «no podemos volver a tener tan mala suerte como en aquel día», me comenta antes de irnos para el estadio. Por cierto, que después de años y años de obras, construcciones, caminos cortados, vías alternativas, etcétera, por fin se puede acceder al Enrique Roca desde la ciudad sin excesivos problemas. Otra cosa es encontrar la puerta exacta de acceso a un recinto que incluso en Segunda queda grande, exagerado, así que en Segunda B llega casi hasta a doler. Fue complicado acertar con la puerta concreta, entre otros motivos, por la falta de costumbre, después de más de nueve meses, de abrir el estadio al público. Era como un reestreno.

En la previa, casi pleno. González Calvo, Fernández Romero, Miguel Valenzuela, Juanito, Raúl Cámara… Tantos y con la cara tan tensa dejaba claro que el partido era importante, muy importante. Sin embargo, el nuevo entrenador no lo aparentaba. Sonreía a unos y a otros, como si llevara meses en el banquillo blanquiverde y el Córdoba CF fuera líder destacado.

La megafonía advertía constantemente de las normas, de cómo desalojar al finalizar el partido o de que nadie se podía mover de su asiento. Tampoco se puede gritar, pero claro… El Enrique Roca presionó, y no poco, a Pérez Muley, que tuvo amagos de que el partido se le iba a ir definitivamente. De hecho, en la parte final del encuentro, incluso una vez finalizado, hubo más de un gesto, más de una palabra que indicaba que nunca controló por completo el partido.

Increíble, no sé cómo podeis ir ganando. Pero si hemos hecho mucho más que vosotros», me venía a decir, vía whatsapp, tras el gol de Willy Ledesma. El fútbol, hombre, que unas veces da un poco más de lo que mereces y otras veces te quita mucho de lo que necesitas. Cuando uno vio el penalti se temió lo peor, pero por el amigo, porque se acordaba del fallo de Saúl Berjón hace unos años. Y, efectivamente, se repitió la historia, fallo del lanzador o acierto del portero. Y, acto seguido, el mensaje llegó. «Tío, como hace seis años, aunque después del gol y no antes. ¿Te acuerdas?». Vaya si me acordaba.

La contestación llegó de seguido: «Aún teneis que dar un balón en el poste o en el larguero, como entonces». Y cuando Víctor Curto estrelló el golpe franco contra el travesaño, ya no pudo aguantar más y me llamó. «Tío, mira que me lo advertías, increíble, es revivirlo de nuevo». Y no, no es lo mismo, ni mucho menos. Lo bueno del fútbol bajo mínimos, con pandemia, en Segunda B y con necesidades de todo tipo, sobre todo económicas y deportivas, es que siempre deja el hueco para el sentido del humor, para momentos que, sean a favor o en contra, dejan una sonrisa. Curiosamente, el comentario generalizado en el aparcamiento del Enrique Roca, justo alrededor del bus del Córdoba CF, en el mismo sitio que hace seis años, era el mismo: «Vaya sufrimiento, tío, vaya sufrimiento».