Si el campeonato pone a cada uno en su sitio, el Córdoba CF tiene que correr para acelerar el proceso. Esto va de jugar finales. Y de ganarlas, como hizo en Murcia protagonizando una actuación sobria. El estreno de Pablo Alfaro tuvo efecto en donde principalmente tiene que hacerlo. Tres puntitos y para casa. Sufriendo, claro, pero eso va en el lote. La belleza suprema estuvo en el marcador final, un 0-1 que coloca a los blanquiverdes en la tercera posición del grupo.

Marcó Willy Ledesma, que volvía al once. La celebración fue apoteósica, a la altura de la trascendencia del examen. Ese instante sirvió para empezar a dejar de pensar en lo que hubiera sucedido en caso de un desenlace negativo, porque la competición no espera a nadie. Después, cuando el Murcia se vino arriba con más fogosidad que método, Isaac Becerra paró un penalti. El meta catalán salvó un resultado que pudo redondear Piovaccari en un mano a mano frustrado. El partido no pasará a la historia, pero sí supone un capítulo feliz en el desangelado deambular blanquiverde en esta singular y tramposa Segunda División B.

Es evidente que a Pablo Alfaro le quedan tareas por hacer en este Córdoba deslavazado, en el que los jugadores parecen a veces absolutos desconocidos entre ellos. Hay mucha tendencia a hacer la guerra por cuenta propia, a justificarse en esas carreras por un balón que se marcha por la banda y al que sabes que no vas a llegar nunca, en esa sobreactuación pidiendo faltas al árbitro o laméntandose por una acción errada. En esa estética del equipo apurado porque sabe que no está dando la imagen esperada se mueve el Córdoba. En Murcia se dio a sí mismo motivos para sentirse más fuerte. El domingo vuelve a El Arcángel para seguir en esta carrera loca por salir de aquí, en la que lo primero es ver a muchos rivales por detrás.