El Córdoba CF peleó durante el inicio de la temporada para que le permitieran tener público en los partidos a disputar en El Arcángel. El consejero Javier González Calvo encargó la elaboración de un extenso y cuidado protocolo sanitario que remitió a la Junta de Andalucía para lograr que, al menos, 2.000 cordobesistas pudieran acudir al coliseo ribereño. Las autoridades autonómicas rechazaron la petición y, al contrario de lo esperado, puede que aquello fuera todo un capote.

Es muy posible que este sábado tanto en el palco como en el banquillo más de uno, y de dos, respirara aliviado con el hecho de que el partido ante el Sevilla Atlético se disputara a puerta cerrada. El primer encuentro sin público de la historia de El Arcángel, algo que muy pocos podrían esperar hace un año, llegó en el peor momento de la temporada del equipo blanquiverde.

Sin pitos, sin pañuelos, sin vida

Porque ni se cotiza que habrían sido muchos los pitos del respetable en la primera parte, que arrancó con muchos fallos en defensa y una parsimonia que suele hastiar al aficionado medio del Córdoba. Y con el primer gol del Sevilla los pitos se habrían transformado en una bronca que ayer no se produjo. Lo más que pudieron hacer los cordobesistas fue apagar el ordenador para dejar de ver el encuentro a través de Footters. Aunque la penitencia que supone ver así los encuentros da para otro artículo periodístico.

Sin victorias no hay paraíso y sin espectadores no hay pañolada. El fútbol en la era del coronavirus lleva a que el sentir del aficionado tenga que pulsarse en la calle y en las redes sociales. Ayer, el coliseo ribereño presentaba un triste aspecto desde una hora antes del comienzo del partido. El habitual tráfico en las calles aledañas a El Arcángel se transformó en un fluir adecuado de los vehículos. Aunque muchos conductores a los que ni les va ni les viene el deporte rey lo agradecieran, el aspecto de la previa fue ciertamente desangelado.

No mejoró durante el encuentro. La ausencia de público, eso sí, permite que los gritos desde los banquillos sean mucho más audibles. Por eso en los primeros minutos el árbitro expulsó a un miembro del cuerpo técnico de Paco Gallardo, técnico visitante. También se escuchó con nitidez la arenga con tintes no reproducibles de Juan Sabas a Berto Espeso. El lateral izquierdo había roto la línea del fuera de juego y había generado un serio contratiempo defensivo en su equipo.

Un filial feliz

Aunque el banquillo más sonoro fue el del Sevilla Atlético. Sabedores de que la juventud es una rémora en algunos aspectos del otro fútbol, Paco Gallardo y los suyos alentaban a los chavales del filial hispalense en cada jugada relevante. Tanto en defensa como en ataque. El Sevilla Atlético celebró con algarabía los dos goles de Iván y, más aún, la victoria cuando el colegiado decretó el final del encuentro.

La piña de los chavales que vestían de rojo contrastaba con la desazón de los blanquiverdes. Miradas al suelo y gestos serios. No era para menos tras la primera derrota de la temporada que llegó en El Arcángel, el fortín transformado en funeral. Y con el recuerdo del fallecido José Antonio Reyes siempre presente. Una foto del utrerano colocada en los arcones de ropa deportiva del cuadro sevillano era el homenaje a quien hizo levantarse de sus asientos, cuando se podía acudir claro, al público de El Arcángel, del Sánchez Pizjuán, del Bernabéu y de tantos campos de leyenda.

Show must go on, reza la letra de una de las canciones más importantes del grupo anglosajón Queen. El espectáculo acaba y acto seguido, sin dejar tiempo para la digestión, llega la reflexión. Tanto Sabas como Bernardo Cruz apuntaron en esa dirección en sala de prensa. Tocaba descansar, repasar los errores cometidos y trabajar para mejorar en la próxima ocasión, que llegará en una semana en casa del Linares.

Cónclave con los focos apagados

Pero el consejo de administración no puede permitirse días de descanso. Por eso minutos después del pitido final, con Sabas en la rueda de prensa on line y los periodistas cerrando sus portátiles y saliendo del estadio, llegó el primer cónclave de la temporada. Javier González Calvo, consejero delegado, encabezaba una reunión improvisada junto a Adrián Fernández Romero, el director general Miguel Valenzuela, el director deportivo Juanito y otros miembros del consejo. Había que repasar lo sucedido, poner en común las medidas a tomar y rearmar el proyecto. Todo ello en la penumbra, con los focos apagándose y la sensación de que las expectativas generadas en verano no se cumplen hasta el momento.

Unas expectativas autoimpuestas por el club blanquiverde. La ambición es máxima. Miguel Valenzuela comentó antes del arranque de la competición que el Córdoba tenía «la mejor plantilla de Segunda B», pero hasta el momento no lo ha demostrado donde debe hacerlo, en el terreno de juego. Con la primera derrota llegan las primeras conclusiones y una próxima semana que será muy larga para Juan Sabas. El técnico madrileño tendrá que hacer borrón y cuenta nueva. Meterle en la cabeza a sus jugadores que lo ocurrido ayer solo fue, solo debe ser, una mancha en el expediente. Y trabajar el aspecto anímico para que el equipo levante el vuelo el domingo 29 de noviembre en Linares. Con siete días por delante y el primer cónclave del consejo el entrenador tiene que trabajar para que la imagen sea otra en tierras jiennenses.