El Córdoba CF no es un club diferente a otros en algunos aspectos y sus futbolistas tienen los mismos gustos que sus compañeros de otros equipos. Desde hace años ha ido aumentando la visión de jugadores con la piel tatuada. Lo que empezó con detalles exclusivamente tribales, fechas -y nada más- señaladas o pequeños dibujos poco más grandes que el escudo de la camiseta, ha desembocado en la última etapa en verdaderas obras de arte -algunos, no tanto- que abarcan desde el hombro hasta la muñeca o que ocupan media espalda.

La plantilla blanquiverde es una buena muestra de la tendencia, con jugadores como Isaac Becerra o Piovaccari, entre otros, a los que se han añadido este verano Samu Delgado. Es complicado ver a un futbolista sin algún detalle artístico sobre su piel, salvo quizá los más jóvenes, los chavales del filial. Fechas señaladas, dioses griegos, dibujos recordando la mítica serie Oliver y Benji, motivos religiosos... Todo vale, al parecer, para plasmar sobre la piel y que el recuerdo quede indeleble. Incluso alguna impactante imagen se ve con la iconografía mexicana de la muerte. Y no pequeña, precisamente.

Ver algún entrenamiento del Córdoba CF, al igual que de otros equipos, invita también a repasar, como si de una galería de arte (corporal) se tratara, muchos recuerdos del pasado, familiares, deportivos o, simplemente, de superstición o por gusto, que guardan los jugadores blanquiverdes, en este caso.

Una multitud de historias del pasado y también amuletos con vistas al futuro que atesora el Córdoba CF. Una galería artística que aumenta año a año, en cantidad y en calidad.