Novak Djokovic y Rafael Nadal poco podían imaginar que Dubai y Acapulco iban a ser los dos últimos torneos que ganarían antes de que la pandemia del COV-19 obligara a la ATP a suspender el circuito. Sus victorias ante el griego Stefano Tsitsipas (6-3, 6-4) y el estadounidense Taylor Fritz (6-3, 6-2) fueron los últimos partidos que se jugarían junto a la final del torneo de Santiago de Chile ganada por el brasileño Thiago Seyboth Wild.

Después de 175 interminables días de parón y 25 torneos suspendidos, el Masters 1.000 de Cincinnati reabre este sábado una temporada maldita. Y lo hará lejos de Mason (Ohio) donde habitualmente se juega el torneo. La pandemia del coronavirus ha obligado a una solución de emergencia a la federación estadounidense de tenis (USTA) que trasladó el torneo a Nueva York como previa al Abierto de Estados Unidos.

Después de cinco meses y 22 días el retorno a las pistas no tendrá nada que ver a lo que imaginaban Djokovic y Nadal cuando el pasado 29 de febrero se retaban a distancia con sus victorias en Dubai y Acapulco en una temporada que se anunciaba espectacular. La realidad es muy distinta. La pandemia del coronavirus ha destruido las expectativas y el tenis solo busca sobrevivir a la peor crisis vivida en su historia desde la Segunda Guerra Mundial.

NADAL APUESTA POR ROLAND GARROS

De entrada, en Nueva York, no estará Nadal. El número 2 mundial ha preferido evitar cualquier riesgo y preservar su cuerpo de cara al único objetivo real que tiene en esta temporada atípica, que no es otro que volver a morder la Copa de los Mosqueteros en París el próximo 11 de octubre, bajo unas condiciones que serán muy diferentes a las que ha ganado los 12 títulos anteriores de Roland Garros y donde, si lo consigue, igualará el récord de 20 Grand Slams de Roger Federer, ausente esta temporada para recuperarse de su lesión de rodilla.

Sin Nadal en Cincinnati ni en el Abierto de Estados Unidos, Djokovic ha decidido apostar sobre las azules pistas de cemento de Flushing Meadows sus opciones de acercarse en la carrera por el récord de Grand Slams, aunque hace unos meses no estaba muy convencido de viajar a Nueva York.

El duro protocolo impuesto por las autoridades sanitarias para jugar han disparado las bajas, especialmente en el circuito femenino donde seis de las 10 primeras: Barty (número 1), Halep (2), Svitolina (5), Andreescu (6), actual campeona del Abierto de EEUU, Bertens (7) y Bencic (8) han renunciado a la gira. Y de ellas solo Halep ha reaparecido en eltorneo de Praga, donde ganó el título hace una semana. "Siempre he dicho que pondría mi salud en el centro de mi decisión y por eso prefiero quedarme en Europa y entrenar", ha dicho la rumana, campeona de Wimbledon.

DJOKOVIC, EN BUSCA DEL 18 GRAND SLAM

Djokovic no verá a sus dos grandes rivales Nadal y Federer pero eso tampoco le aclara el camino del éxito en Nueva York donde estarán la camada de jóvenes lobos que aspiran a poner fin al dominio del 'Big Three' que ha dominado el circuito desde hace un par de décadas. El número 1 mundial estará solo para defender ese territorio que aspiran conquistar el austriaco Dominic Thiem, que tuvo contra las cuerdas al serbio en la final del Abierto de Australia; el ruso Daniil Medvedev, que puso a prueba a Nadal en la final del año pasado del Abierto de EEUU o el griego Stefano Tsitsipas, último campeón del Masters.

El número 1 mundial ha admitido en una conferencia de prensa virtual, desde su casa alquilada en Nueva York, en la que se paga la seguridad y sigue los protocolos de la USTA, que estuvo cerca de renunciar a la gira, pero finalmente optó por hacerlo porque "quiero jugar" y que "si sintiera miedo, no estaría aquí". Djokovic admite que jugar el Abierto de Estados Unidos sin Nadal y Federer "será muy extraño. Se les va a echar mucho de menos, los dos son dos leyendas pero su ausencia no disminuirá la importancia del torneo, ya que la mayoría de los mejores jugadores están en Nueva York".

Djokovic admite que "buscar el 18 Grand Slam fue un factor importante para venir, aunque no la única razón. Cuando comprobamos que mi condición física estaba lista y la salud de mi equipo bien, decidimos venir. Me siento responsable de tirar el tenis adelante".

El Masters 1.000 de Cincinnati servirá de prueba para valorar el momento de forma de los tenistas de cara al Abierto de Estados Unidos y comprobar la adaptación al estricto protocolo sanitario. "El proyecto Manhattan', como ha bautizado la nueva directora del torneo, Stacey Allaster a la burbuja creada para proteger a los tenistas y poder jugar los dos torneos. Un nombre que no ha sido bien acogido por los medios de comunicación y las redes sociales que han recordado que era el mismo que tuvo un programa de investigación y desarrollo para fabricar las bombas atómicas de la Segunda Guerra Mundial.

MÁXIMA SEGURIDAD

En esa burbuja montada por los responsables de la USTA al dictado de las autoridades sanitarias de Nueva York los tenistas están obligados a pasar pruebas PCR de COV-19 a su llegada al hotel y quedar aislados 24 horas en su habitación hasta conocer los resultados. Si el resultado es negativo el jugador y su equipo ya se pueden acreditar e ir al club a entrenar.

La mascarilla es obligatoria siempre, menos en la pista. Diariamente se toma la temperatura y cada tres días se repiten los tests. El transporte del hotel a las pistas se hace en autobuses que salen cada 15 minutos y no hay vehículos privados. "No podemos salir ni a una cafetería. Las las medidas son muy estrictas, todo está organizado al detalle, se nota que llevan mucho tiempo trabajando duro en este protocolo", explica a Xavier Budó, entrenador de la catalana Paula Badosa (90 mundial), que jugará la fase previa de Cincinnati y está clasificada para el Abierto de EEUU. "Nos preocupaba venir a jugar, pero para jugadoras como Paula es vital poder competir. Llevamos más de cinco meses sn poder hacerlo", valora el técnico, consciente de que el premio de una soloa ronda en Nueva York es básico para su supervivencia económica.

En Nueva York nadie puede salir de la zona de protección de los hoteles marcada por los organizadores sin un permiso especial. Todas las reservas de pistas de entrenamiento, gimnasio o masajes se hacen por teléfono o vía electrónica para evitar el contacto personal. Además todos los jugadores y los miembros de sus equipos han firmado un documento en el que asumen su responsabilidad única ante cualquier eventualidad sufrida por el coronavirus.

EL PRIMER POSITIVO

Tanto para el Masters 1.000 de Cincinnati como para el Abierto de Estados Unidos cualquier jugador que de positivo por COV-19 no podrá seguir jugando el torneo y deberá pasar una cuarentena. El argentino Guido Pella y el boliviano Hugo Dellien han sido los primeros en sufrir esa regla al haber dado positivo su preparador físico. Este positivo ha sido el único de las 1.400 pruebas realizadas desde el 13 de agosto por la USTA.

La sanción no ha sido encajada de buen gusto por los tenistas que están recogiendo firmas en un documento que quiere presentar Djokovic, presidente del Consejo de Jugadores, a la USTA para revocar el castigo.

La situación sanitaria en Estados Unidos con 5,5 millones de casos de coronavirus (433,262 contagios y 33,691 muertes en la zona de Nueva York) muchos jugadores han optado por no hacer la gira americana, entre los que, además de Nadal, tampoco estarán Roberto Bautista (12 mundial) y Garbiñe Muguruza (16), entre los españoles mejor clasificados del circuito.