Aún hay lugar en el fútbol moderno para comportamientos dibujados con los sentimientos más íntimos, decisiones que se toman tirando la calculadora y apelando a los retos más personales. Charles Dias (Belem, Brasil, 1984) le ha hecho un corte de mangas a los códigos del negocio y se ha convertido en noticia por haber cerrado una etapa de siete años en Primera División y, desechando ofertas de clubs profesionales, enrolarse en el Pontevedra, del Grupo 1 de Segunda B. ¿El motivo? "Esta es mi casa", dijo de modo sencillo y rotundo el futbolista, que se afincará de modo definitivo en Pasarón. El club gallego ya ha confirmado que tras acabar su carrera en el césped pasará a ejercer otras funciones en la entidad.

A Charles le recuerda el cordobesismo por sus dos campañas con la blanquiverde. Aquí se partió la cara por el escudo. Literalmente. La afición le guarda eterno respeto desde aquel día en el que no quiso salir del campo y jugó con la cara vendada y ensangrentada después de que Edu Albacar, del Elche, le rompiera la mandíbula y le arrancara dos dientes de un codazo.

El Córdoba CF lo sacó de la Segunda B, donde llevaba seis años con el Pontevedra. Tenía 26 y muchos se preguntaban qué podía aportar este brasileño a contracorriente, un ariete de pelea y sudor que se alejaba de los arquetipos de sus compatriotas creativos y anárquicos. Si es bueno, ¿por qué nadie lo vio antes? Javier Zubillaga, director deportivo por entonces, cazó para el Córdoba a un jugador peculiar, que también tenía enamorado a Lucas Alcaraz. Y funcionó estupendamente. Hizo 15 goles en su primer curso. En el segundo marcó menos (7), pero todos determinantes: el Córdoba nunca perdió cuando él anotó.

Su último gol

El 27 de mayo de 2012, Charles gritó por última vez un tanto con el Córdoba. Fue en El Arcángel, en un Córdoba CF-Real Murcia de la jornada 41 del campeonato de Liga 11-12 de Segunda División (2-1).

Era la penúltima jornada de la Liga más impactante en la historia moderna del cordobesismo: la 11-12, la de Paco Jémez, la del salmorejo mecánico, la del reino inabordable -sólo ganó en El Arcángel el Depor, campeón de récord- y la de las estrellas que salieron de los suburbios. Todo fue más intenso por comparación con el páramo anterior: cuarenta años en los que el techo de la entidad había sido un puesto décimo segundo en Segunda División. Aquello cambió en un puñado de meses. El cordobesismo recuperó la alegría y el orgullo. Y en ello tuvo bastante que ver un brasileño llamado Charles Dias de Oliveira.

Charles, en un partido con el Córdoba CF ante el Barcelona B. FRANCISCO GONZÁLEZ

La visita del Real Murcia era la llave para el play off de ascenso a Primera División. Ese partido había que ganarlo para asegurar las eliminatorias antes de una última jornada en Balaídos, donde el Celta se iba a jugar el ascenso directo a Primera División. Había tensión máxima. Y como en cada partido determinante, los focos se colocaban en un jugador especial: Charles.

Paco salió con todo al campo. Alberto, Gaspar, Ximo Navarro, Fernández, Dubarbier, Caballero, López Silva, López Garai, Borja García, Charles y Pepe Díaz. El Córdoba ganó. El primero en marcar fue Charles, en el minuto 37. Borja García hizo el 2-0 en el 55' y allanó el camino. El pimentonero Chando le puso picante en el 81', pero los locales amarraron el resultado y se salieron con la suya. Un jovencísimo Fede Vico apareció en el campo a falta de ocho minutos para suplir a Charles. El brasileño marcó ese día su último gol -el número 23 en partidos oficiales- defendiendo el escudo del Córdoba.

¿Qué pasó después?

El Córdoba jugó el play off de ascenso a Primera. En la última jornada, el Celta necesitaba un punto para ascender y el cuadro de Paco Jémez otro punto para amarrar su pase a las eliminatorias. En Balaídos se festejó el partido más aburrido (y rentable) del mundo: 0-0 y abrazos compartidos. Los blanquiverdes acabarían eliminados en su primer cruce por el Valladolid de Djukic (0-0 y 3-0) y ahí se cerraría un ciclo inolvidable.

Charles se marchó al Almería, donde le ofrecieron un jugoso contrato y una oportunidad que aprovechó: anotó 27 goles, fue pichichi de Segunda y celebró un ascenso a Primera División. El Celta lo reclutó y ha enlazado siete temporadas consecutivas en la élite: dos campañas en Vigo, dos en el Málaga y tres en las filas del Éibar. A sus 36 años ha sido una pieza muy útil en el engranaje del cuadro armero, donde encontró el escenario perfecto para exprimir sus virtudes. Lucha, colocación, remate y una capacidad de sacrificio brutal. Solo con esas armas puede un brasileño ser ídolo en Ipurúa.

Después de 100 partidos y 32 goles en el Éibar, Charles ha decidido que es el momento de poner el colofón a su carrera. En Pontevedra están emocionados con su gesto y le miran como el estandarte para pelear por el ascenso a Segunda División. El mismo objetivo que el Córdoba, el club que le sirvió de escaparate principal para proyectar una carrera con final emotivo.