A las dos eran las tres, pero daba lo mismo. No había partido al día siguiente. La etiqueta de «domingo más raro del mundo» se traspasa cada siete días y no se vislumbra el fin. Con disciplinada resignación en las formas y el gen competitivo hirviendo por dentro, la comunidad del deporte empieza a entender qué tipo de campeonato se está librando. Esto sí que es lo nunca visto.

La Liga se ha parado por la pandemia del coronavirus coronavirusy el mundo continúa girando. Se puede seguir viviendo sin el fútbol. Es peor, claro, pero se tira para adelante porque estamos en medio de una catástrofe. Pero de las de verdad, con hechos reales basados en cualquiera de esas películas que todos hemos visto y en las que comentábamos la calidad de los efectos especiales.

Cuando todo esto pase, que pasará, igual todos nos reservamos un poco más a la hora de teclear titulares que hablen de «drama» o «tragedia» cuando se trate de crónicas de fútbol. Los estadios están vacíos y los dueños del negocio se preguntan cuándo se van a volver a llenar porque la máquina de hacer dinero se ha parado. Lo mismo que la familia que vende bolsas de pipas y botellines de agua en la puerta de cualquier campo de Segunda B.

Y el Córdoba, ¿qué?

En El Arcángel reina el silencio. Los futbolistas cuelgan vídeos en las redes entrenando en el salón de sus casas, con sus niños y el perrito, mientras esperan que les digan que este paréntesis se cierra y todo sigue igual. Hay un consenso general para fingir que todo está más o menos controlado, que llegará el día en que el himno cordobesista retumbará entre los muros del estadio en lugar de en los patios de vecinos. Nos dicen que hay que pensar en positivo y no sabemos bien qué es lo que eso quiere decir.

Una semana más, el departamento de comunicación del Córdoba CF ha hecho el trabajo que le corresponde. Como los aviones que lanzaban pasquines sobre sus tropas en el frente con mensajes que estimularan su moral, la entidad blanquiverde sigue conectada con sus fieles en busca de compañía, complicidad y solidaridad. Los futbolistas ponen lo suyo. Este fin de semana han subastado camisetas para poder recaudar dinero que sirva para comprar material de monitorización de pacientes críticos por el covid-19 en el hospital Reina Sofía.

Los jugadores lo viven con inquietud y una difusa esperanza. El hondureño Luis Fernando Garrido desplegó su arsenal dialéctico a fondo. «Hay que creer, cumplir con las órdenes establecidas y quedarnos en casa. Soy un creyente de la palabra de Dios y la Biblia, en Josué 1.9, dice: te mando a que te esfuerces y seas valiente», dejó dicho a través de los canales del club.

En el Córdoba siguen hablando de las diez jornadas que faltan, de un play off de ascenso en el horizonte, de un cambio de entrenador que deja preguntas en el aire. Si Juan Sabas es o no el revulsivo del equipo es algo que no se sabe... y quizá tarde en comprobarse. Dentro del club están convencidos de que la temporada se reanudará «sí o sí», aunque eso no depende de la voluntad de los participantes ni de los organizadores.

En otros países ya se han anulado las competiciones de fútbol no profesional. Lo hizo Portugal, lo hará esta semana Holanda y lo están planteando en Italia. Resultados invalidados, ni ascensos ni descensos. Campaña nula y hasta el curso que viene... cuando pueda ser. La Segunda División B está en un limbo: no es profesional, pero está repleta de profesionales. En Tercera ya es otro cantar. En Lucena y Pozoblanco ya se están preparando el cuerpo para bajar la persiana de la 19-20.

Pues ya lo han dicho

Los Juegos Olímpicos de 2020 serán en 2021. Le dieron muchas vueltas al asunto. Mientras todo se caía a pedazos, en el COI se resistieron hasta que habló el jefe: el Comité Olímpico de Estados Unidos dijo que no irían a los Juegos sin seguridad. Sin americanos no hay patrocinadores. Así que ya no hubo más que hablar. Japón solicitó el aplazamiento y Tokio tendrá que esperar. Los cordobeses olímpicos se lo tomaron con alivio. Qué remedio. Nadie había vivido nada parecido. Y lo que queda.