Lo que hay es lo que se ve. Todo lo demás es palabrería, una ristra de tópicos engarzados para armar un discurso mínimamente creíble a propósito de la candidatura al ascenso del Córdoba CF, que hoy por hoy no se sostiene. Huyó el fútbol. Quedan las matemáticas. Después del «0 de 6» tras dos comparecencias en El Arcángel -un punto agarrado sobre nueve posibles si extendemos el periodo a la visita anterior al filial del Cádiz-, el cordobesismo se pregunta si debe abandonar toda esperanza o tirar de fe para no caer en la depresión más absoluta. Muchos se marcharon antes de terminar el partido, lo que da una idea tanto del hastío del seguidor como de la falta de convicción en un equipo que ha transmitido el mensaje más peligroso: contra los mejores no puede. Ya se ha visto.

Después de lo del Algeciras y lo del Cartagena, el equipo de Raúl Agné se ha quedado en una posición complicada. Esta vez no fueron el viento en contra o las pifias del árbitro los elementos que contribuyeron a repartir frustración. Casi diez mil almas pudieron contemplar desde la grada de El Arcángel que el Cartagena y el Córdoba tienen muy poco que ver a día de hoy. Como sucedió también en la primera vuelta. Tanto allí como aquí, los blanquinegros despacharon con total solvencia a un Córdoba muy menor.

¿Todo ha terminado entonces? Pues no. Ni muchísimo menos. Las actuaciones en las últimas jornadas han servido para espantar sueños. Ha sonado el despertador de la realidad: lo de ser campeón del grupo es pura utopía y el objetivo es engancharse al play off. De cuarto o de tercero, si se tercia. El Cartagena está en otra órbita y seguramente otros equipos también. La guerra del Córdoba se libra en otros sitios. En San Fernando, por ejemplo. No habrá que esperar mucho para comprobar de qué va este equipo.

No pasa nada, dicen quienes quieren tranquilizar al cordobesismo. Y ese es el problema: que no pasa nada cuando tiene que pasar.