La estatua de Pelé, en Santos, amaneció el 16 de enero con una camiseta de la seleçao con el número 24. De madrugada, un grupo activista le enfundó a o rei do futebol el dorsal en la amarelinha con la que ganó tres Copas del Mundo (58, 62 y 70) en un acto reivindicativo. Porque ni Pelé, que convirtió el 10 en un símbolo de excelencia, ni sus coetáneos, ni sus herederos se apropiaron de un dorsal proscrito en Brasil, asociado a la homosexualidad.

El origen de todo radica en la última década del siglo XIX, cuando el Barón de Drumond, propietario del primer zoológico de Rio de Janeiro, creó el jogo do bicho (hoy muy extendido en su versión ilegal). Había un sorteo del 1 al 25 y cada número correspondía a un animal. El 24 era el veado (o sea, el cervatillo), un mote que, vulgar y prejuiciosamente, puede traducirse como marica.

El 24 pasó a ser conocido en todo el país como o número dos veados. La broma homofóbica también se extendió al mundo del fútbol, donde los jugadores, con el beneplácito de los clubs, se negaron, generación tras generación, a usar el dorsal, sabiendo que serían implacablemente machacados por las torcidas.

SACAR DEL ARMARIO

Lo curioso es que en medio del mandato del ultraderechista Jair Bolosnaro, un homofóbico declarado no hay que olvidar que siendo diputado federal declaró que prefería ver un hijo suyo muerto antes de que fuera gay , haya surgido un movimiento en las redes sociales, apoyado por los principales medios de comunicación, para sacar del armario al 24.

En diciembre, el campeonato brasileño terminó con ningún jugador habiendo vestido el dorsal execrado. Sin embargo, hubo un cambio de rumbo, en enero, en la presentación de Víctor Cantillo, como nuevo refuerzo del Corinthians. El exvolante del Junior Barranquilla expuso que era consciente que tendría que renunciar a su número de estimación. El departamento de marketing del equipo del pueblo lo disfrazó diciendo que llevaría el 8, en homenaje al exmadridista Freddy Rincón, ídolo incontestable de la torcida. "El 24, aquí no", soltó Duílio Monteiro Alves, director de fútbol del Timao. Y empezó la bola de nieve.

A partir de allí, se creó una marea favorable para popularizar el guarismo, reducto asumido de intolerancia. Cantillo ya juega con el 24. El Santos le dio el dorsal a una de sus joyas, el delantero Taílson, que estuvo a un paso de fichar por el Barça B en el último verano. El Fluminense, el Bahía y el Flamengo también han hechos campañas a favor del uso del 24, en alguno de los casos, aprovechando los homenajes a Kobe Bryant.

Y la temporada 2020, que ahora da sus primeros pasos en Brasil con los torneos regionales y la disputa de las fases previas de la Copa Libertadores y la Copa Sudamericana, ha llevado nuevos vientos de tolerancia. El hashtag #PedeA24 (pide la 24) se ha convertido en un movimiento para romper un tabú vergonzoso, cuando Brasilse ahoga por la ola ultraconservadora de las iglesias evangélicas, uno de los aliados más fieles del ínclito Bolsonaro.