En algunos obituarios ni siquiera ha aparecido. En otros ha sido una referencia de pasada. Es el asunto de la acusación de violación de una chica de 19 años que Kobe Bryant enfrentó en el 2003, cuando tenía 24 años. En EEUU ha suscitado un complicado debate, en particular después de que se amonestara a una periodista de The Washington Post por enlazar tan espinoso episodio en Twitter. ¿Cómo se abordan las sombras de un mito del deporte que se había rehabilitado públicamente como un padre ejemplar de cuatro hijas, una de las cuales perece en tan trágico accidente, y en un momento de duelo global?

Sobre el episodio en cuestión Bryant siempre se declaró inocente, defendiendo que lo que ocurrió en un hotel de Colorado fue sexo consentido pero por el que pidió disculpas públicas a la joven. Entendía, dijo, que ella no sintiera haber consentido.

Con un pacto extrajudicial por una cantidad que no se hizo pública y un acuerdo de confidencialidad como solución a la demanda civil, aquel capítulo fue quedando atrás en la esfera pública de Bryant conforme agrandaba su leyenda sobre las canchas, ya como Black Mamba, y seguía avanzando en su vida personal.

Cuando se retiró, algunos artículos, incluyendo uno extremadamente detallado de The Daily Beast, repasaron aquel capítulo. Y hace un par de años, cuando eclosionó un nuevo momento social y cultural en Estados Unidos de conciencia y denuncia sobre el abuso sexual resumido pero no confinado en el movimiento #MeToo, el nombre de Kobe, ya exjugador, volcado en su vida familiar y su paternidad, resurgió en debates y conversaciones que nada tenían que ver con el baloncesto.

Seguidores en los alrededores del Staples Center recuerdan la figura de Kobe. / AP

Ahora, tras su inopinada muerte el domingo en un trágico accidente de helicóptero que también costó la vida a la segunda de sus cuatro hijas y a otras siete personas, ese punto oscuro en una historia marcada por lo brillante ha vuelto tímidamente a los focos. Es tan incómodo y debatible como posiblemente inevitable, conviviendo con los halagos a un hombre que a los 41 años estaba volcado en su familia, se había convertido en uno de los adalides del baloncesto femenino y dio numerosas oportunidades profesionales a mujeres.

EL CASO DEL POST

No hay posiblemente mejor muestra de lo espinosa y compleja que es la cuestión como lo que ha sucedido en el Post. El domingo el diario suspendió de empleo (no de sueldo) a Felicia Sonmez, una de sus redactoras de política, que había tuiteado el artículo del 2016 de The Daily Beast y recibió una feroz y furiosa respuesta en la red social, plagada de insultos y amenazas que le llevaron incluso a pasar la noche en un hotel.

La cuestionada argumentación que ha dado el diario es que la redactora, que hizo pública la identidad de quien le envió uno de esos mensajes amenazantes, no cumplió las normas internas al tuitear sobre un tema que no era de su área y dificultaba el trabajo de otros colegas. Una explicación que no ha convencido a casi nadie.

El lunes Erik Wemple, el crítico de medios del diario, definía la suspensión de "errónea" y escribía: "La violenta respuesta que cayó sobre Sonmez deriva de la sabiduría milenaria que llama a no hablar mal de los muertos, una regla excelente salvo para historiadores y periodistas, en los que confía el público para repasar con todos sus defectos las vidas de personas influyentes".

Y el comité profesional del Post y más de 200 redactores han firmado una carta a sus editores criticando la decisión. "Entendemos que las horas posteriores a la muerte de Bryant el domingo eran un momento tenso para compartir informaciones sobre acusaciones pasadas de agresión sexual. La pérdida de una figurada tan adorada y de tantas otras vidas es una tragedia", escribieron. "Pero creemos que nuestra obligación como organización de noticias es decir al público toda la verdad como la sabemos sobre figuras e instituciones tanto populares como impopulares, en momentos oportunos como inoportunos".

CHICA VILIPENDIADA

En las propias páginas del Post este lunes y martes se han podido leer, como en muchos otros medios, análisis y columnas que no eluden el debate que se ha planteado con la cobertura de Bryant, especialmente tras su trágica muerte. ¿Cómo tratamos la herencia de hombres destacados acusados de hacer cosas terribles? ¿Es posible hacer lograr una absolución simplemente viviendo adecuadamente como marido, padre o simplemente persona?", se planteaba en las páginas de opinión Molly Roberts. Son preguntas difíciles de responder, pero lo peor que podemos hacer es no permitirnos siquiera plantearlas.

También en el diario Barry Svrluga ha firmado en la sección de deportes un análisis bajo el título: "Una sola acción no debería definir a Kobe Bryant. Tampoco debería ser olvidada". En la pieza cita a Kathy Redmon Brown, fundadora de la Coalición Nacional contra Deportistas Violentos, que ha recordado que la mujer protagonista en este caso, una chica blanca que fue vilipendiada por la defensa de Bryant, ha estado desde el 2005 obligada a callar por el acuerdo de confidencialidad, mientras él ha tenido amplias oportunidades en los medios para contar su historia, o lo que quisiera de ella. "Para que él cementara su legado ella tenía que estar callada", ha dicho Redmon Brown.