Jugó Asia en enero, empezó a jugar América el 14 de junio y África se calza las botas a partir de este viernes. Los tres continentes buscan sus reyes en los años impares, ocupados como están los pares por los Mundiales, los Juegos Olímpicos y la Eurocopa.

Egipto acoge la 32 edición de la Copa Africana de Naciones que en un principio había sido asignada a Camerún. La inestabilidad que se adivinaba en el país, más los retrasos acumulados en los preparativos, propició la elección de una alternativa, algo que ha sucedido en los últimos cuatro certámenes. Camerún acogerá la edición del 2021, Costa de Marfil la del 2023 y Guinea la del 2025. O no. La FIFA anunció ayer que toma el control de la Confederación Africana de Fútbol (CAF) durante los próximos seis meses.

UN RECLAMO

El país anfitrión es el principal favorito para tomar el relevo de Camerún también en el palmarés de la competición. Y no solo por disponer de Mohamed Salah, un astro mundial capaz de marcar diferencias en un continente desigual y reclamo para seguir el torneo.

Lo es por ser un equipo sólido, el país más condecorado (récord de victorias, siete) y hasta por estadística: tres de las cuatro veces que organizó la copa fue campeón. Es el vigente subcampeón. En el 2017 perdió la final en el minuto 88. El mexicano Javier Aguirre lleva los mandos de los faraones.

"Somos los favoritos para alcanzar el título", asumió el seleccionador egipcio. Con naturalidad, sin ningún ápice de presión en sus palabras, a los 60 años, tras una dilatada carrera que ha discurrido desde su México natal (seleccionador en un Mundial, la Copa Concacaf y la Copa América) a Europa (Atlético, Osasuna, Espanyol y Zaragoza) y Asia, al frente de Australia hasta detenerse en África. "Pero ahora solo pensamos en Zimbabue, un rival al que respetamos mucho", aseguró Aguirre.

CAMBIOS GENERACIONALES

Al frente de los leones están dos indomables cuya carrera técnica es mucho más breve: Clarence Seedorf y Patrick Kluivert unen sus esfuerzos en Camerún, otro de los aspirantes eternos y segundo en el ranking de trofeos (cinco). Su grupo es más complicado que el de Egipto: Ghana es una de las potencias, aunque estuvo ausente en el Mundial de Rusia, lo que demostraría su reciente pérdida de calidad. Algo parecido le sucede a Costa de Marfil, a medio camino de la transformación generacional.

Sí estuvieron Marruecos, Nigeria, Túnez y Senegal. Solo esta última rozó el pase a los octavos de final. Se quedó fuera por la regla del fairplay: tenía más amarillas que Japón. El líder de Senegal es un gran allegado de Salah: Sadio Mané, su compañero en el Liverpool. La tercera pata del campeón de Europa, Firmino, está jugando en la otra punta del mundo con Brasil. Con Senegal está Moussa Wagué, el joven lateral derecho que debutó con el Barça, y otros futbolistas de primera línea como Keita Baldé (Inter de Milán) y Kalidou Koulibaly (Nápoles).

LA FÓRMULA DEL ÉXITO

Marruecos, acomplejada por su falta de historial (solo se coronó en 1976) en comparación con su tradición y su entidad como país, confía en la fórmula del éxito que parece atesorar el francés Hervé Renard, campeón con Zambia (2012) y Costa de Marfil (2015), y que también dirigió la de Angola y fue asistente en la de Ghana. Tanzania, que nunca pasó la fase de grupos, se ha entregado al nigeriano Emmanuel Amunike, viejo conocido de los culés.

Para nombres ilustres, ninguno como el del dorsal 3 de Madagascar, una de los debutantes (se amplió el torneo de 16 a 24 participantes) como Burundi y Mauritania: Romario Baggio.