El Real Madrid y su universo mediático festejan este fin de semana la conquista del Mundial de Clubs de Abu Dabi. Se siente el entorno blanco un poderoso campeón del mundo después de derrotar el sábado al Al Ain de los Emiratos Árabes. Lástima que el mundo parece no haberse dado por enterado. No es una competición clandestina, pero se le acerca.

La FIFA maneja un torneo que genera escaso interés más allá de los clubs participantes. Lo sabe bien. Por eso, con la complicidad de algunos gigantes europeos -el FC Barcelona a la cabeza-, intenta desde hace meses abordar una reforma integral. Oficiosamente se llamaría Súper Mundial de Clubs. Pero no se está saliendo con la suya.

Básicamente por la oposición blindada de la UEFA, que intuye una amenaza para la Champions League. De modo que después de unas cuantas reuniones en Zúrich en este último año, el Súper Mundial se encuentra en un estado de bloqueo total, y no se le vislumbra una manera de quitarle el freno.

El Mundial de Clubs actual está considerado un mal producto. La atención informativa que recibe es limitada. No interesa a los patrocinadores y ni apenas a las televisiones. Existe confusión hasta con su nombre: Mundialito, Copa Intercontinental… Por eso la FIFA había alumbrado un verdadero Mundial a celebrar cada cuatro años, con 24 equipos, la mitad europeos, en el verano anterior al Mundial de selecciones. Eliminaba también la Copa de Confederaciones. En las reuniones de Zúrich se anotaron cifras de explotación muy suculentas para los clubs participantes.

MÁS NEGOCIO Y PODER

El Barça impulsó la idea a principios del 2016, cuando Gianni Infantino fue elegido secretario general de la FIFA. Una delegación azulgrana encabezada por el presidente Josep Maria Bartomeu (con él viajaron Albert Soler, Jordi Mestre y Raúl Sanllehí) se desplazó para plantear el proyecto del Súper Mundial de Clubs. Infantino tenía planes similares. La FIFA, más allá del Mundial de Selecciones, no organiza ningún otro torneo relevante. Le interesaba, y le interesa, crearse nuevas vías de negocios, nuevas parcelas de poder.

En sucesivas reuniones, coordinadas por Zvonomir Boban, aquel exquisito futbolista croata ahora adjunto a la secretaría general de la FIFA, se incorporaron otros grandes de Europa. Bartomeu delegó en Óscar Grau, el director general de la entidad. Se remató el proyecto, se afinaron números de reparto, se miraron fórmulas solidarias, se analizó el calendario… Pero las conversaciones han acabado colisionando con el muro que ha levantado el esloveno Aleksander Ceferin, presidente de la UEFA. Hasta el punto que el plan se halla ahora en una vía muerta. No tan muerta, por eso, como el otro gran proyecto del fútbol, la Superliga Europea que filtró ‘Football Leaks’, esto es, la Champions cerrada que tanta polvareda ha levantado.

"TIENE MALA PINTA"

El Súper Mundial de Clubs, a estas alturas, solo puede despegar bajo una improbable imposición de Infantino. Muchos clubs se oponen porque agrandarían aún más las diferencias económicas. Las federaciones, presentes también en algunas reuniones, se unen a las filas contrarias. Y los clubs impulsores, al final, prefieren evitar el conflicto. “Tiene mala pinta. Parece muy difícil que prospere”, admite una fuente implicada en las negociaciones.

En algún momento se suspiró por que se pusiera en marcha en el 2021. Llegó a proponerse su organización cada dos años, aunque al final predominó la idea de jugarse en un país distinto cada cuatro años. Preocupaba la sobreexplotación de los futbolistas.

Era un Mundial abierto, con 12 equipos europeos elegidos en base a los resultados históricos y de los últimos años. Tres grupos, 18 días de competición, grandes estrellas, globalización de la marca de los clubs y mucho dinero a repartir. Pero no avanza. Todo está encallado. Así que el Mundialito, así en diminutivo, parece el resignado futuro de la competición.