“Son once contra once, ya lo sabemos, y al fin y al cabo el Real Madrid lleva más partidos aprendiendo a jugar sin Cristiano. Ha tenido más tiempo para acostumbrarse a su ausencia, que además es definitiva. El Barça, en cambio, vive anclado en la messidependencia...”. Uno se imagina que estas palabras con aires de oración se oirán mañana entre los aficionados blancos en busca de un poco de optimismo (y también, cómo no, en boca de algún viejo pesimista azulgrana, una raza en extinción). En mi caso, cuando intento imaginar quién echará más en falta a su estrella, por primera vez en tantos años, se me ocurren un montón de razones para apostar por un clásico sin Messi que no vivirlo sin Cristiano Ronaldo.

La más obvia, claro, es que el argentino va a tener otros Barça-Madrid en el futuro, y Cristiano ya no. Fueron en total 32 clásicos, de los que el portugués se perdió dos, y el barcelonista ninguno. Estando los dos en el campo, Messi consiguió 20 goles y Cristiano, 18. Pero si lo que buscamos son razones emotivas y no solo estadísticas, prefiero fijarme en el partido de Champions del pasado miércoles, frente al Inter de Milán.

Las cámaras nos enseñaron a Messi en la grada, brazo en cabestrillo, junto a su hijo mayor. Le vimos seguir el partido como un aficionado más, sonreír cuando su amigo Suárez intentó la diablura de chutar una falta por debajo de la barrera y alegrarse con el gol de Alba. Casi como una respuesta a este compromiso, hubo un momento, entrada la segunda parte, en que el público se arrancó a corear su nombre: “¡Messi, Messi, Messi!”.

Pasar página

El argentino también influye en los partidos desde su ausencia, cómo no. Obliga a sus compañeros a recalibrar el nivel de entrega, a repartirse entre los 11 el liderazgo que él representa. Un buen amigo mío sostiene que las bajas por lesión de Messi son un ensayo general para el día en que el argentino se retire y ya no juegue más. No sé si es necesario acercarnos a ese abismo ahora mismo, por el yuyu que da, pero es ciertamente un aviso de lo que nos espera en un futuro esperemos que lejano. Sin embargo yo creo que podemos sacar más conclusiones de lo que está sucediendo en el Real Madrid tras la marcha de Cristiano.

La necesidad de pasar página, de competir al mismo nivel sin los 40 o 50 goles que garantizaba cada año el portugués, se ha gestionado muy mal por parte de Florentino Pérez , el club y sus jugadores. No ayuda, claro, el fichaje estrambótico de Lopetegui, acaso gafado por la forma y el tiempo en que se produjo. Tomemos, por ejemplo, lo que dijo Isco hace unos días cuando le preguntaron por Cristiano: “No podemos estar llorando por alguien que no ha querido estar aquí”.

En realidad, lo que ocurre es que en el Real Madrid no ha llorado nadie, quizá guiados por el despecho y por una altanería propia de su abolengo. Es decir, nadie ha pasado el duelo tras la marcha de CR7. En el Barça, en cambio, sus aficionados pasamos el duelo cada vez que Messi se lesiona. Es un dolor y una aflicción por fascículos, un poco exagerada, como un atisbo de ese carácter sentimental que históricamente nos acompaña.

Una nueva oportunidad

Todo esto sirve para decir que sin duda una de las formas de ver el partido de mañana será a través de las dos estrellas ausentes. Mientras el Barça jugará para Messi, quien probablemente les estará siguiendo desde la tribuna, el Real Madrid jugará contra el recuerdo de Cristiano Ronaldo. Mientras los blancos jugarán para enterrar a su siete, los blaugrana lo harán para revivir a su diez.

En este caldo, Gareth Bale, que suele hacer buenos partidos contra el Barcelona, tendrá una nueva oportunidad para demostrar que a él le corresponden los galones de jugador decisivo. En el Barça, Arthur vivirá su primer clásico y tendrá la posibilidad de desmentir a cierto periódico deportivo del Madrid, que hace unos días titulaba: “La posesión ha pasado de moda”.

Enfrentarse a los elementos

No hay que descartar tampoco que durante el partido los entrenadores jueguen a sorprender con los cambios, y Lopetegui apueste por el catalán Mariano, o Valverde decida dar entrada a Arturo Vidal, quien jugando con el Bayern de Múnich ya conoció la intensidad de enfrentarse a los blancos y a los elementos.

Hablando de elementos: quizá no estén ni Messi ni Cristiano, pero otro detalle importante es que mañana en el Camp Nou habrá un convidado de piedra que conviene no ignorar: el VAR. Será el primer clásico controlado por el Gran Hermano de los Árbitros y, dado el historial de tensiones, cuentas pendientes y prestigios en juego, no hay que descartar que tenga alguna incidencia en el resultado final.

*Jordi Puntí es autor de 'Todo Messi'