Uno de los entrenadores más valorados del deporte mundial a lo largo de su historia dijo en una ocasión que los logros de una organización son los resultados del esfuerzo combinado de cada individuo. Para lograr encaminar a dicha organización en pos de un objetivo tienes que conseguir que crean en ti. Y esa fe no se logra con palabras, discursos o por solicitar, insistentemente, garra y corazón. Esa fe sólo se consigue desde el respeto: al trabajo, a las ideas, al respaldo y apoyo que se da tras el error, a la corrección de éste -mejor que al castigo infantil- y al mensaje, sin interpretaciones, sin equívocos convenientes, sin ninguna duda, de que en el barco están todos. Que fallan todos y aciertan todos. El discurso de este Córdoba de Sandoval no encaja de ninguna de las maneras con su acción. No ya por el ¿partido? perpetrado en Granada, sino desde la llegada del de Humanes. Aquí nadie se salva, aunque hay que convenir que, hoy por hoy, hay alguno más condenable que otro.

«Vamos a salir a tumba abierta», «saldremos al ataque con un 4-3-3», «iremos a ser serios atrás y a salir a la contra por velocidad», son tantas y tantas frases y argumentos que ha dado el técnico blanquiverde hasta ahora, amén de los cambios de sistema, que se hace complicado que no solo sus pupilos, sino hasta sus más acérrimos seguidores, crean en él. Además, en lo que a esquemas se refiere, ya lleva cuatro en siete jornadas, porque el batiburrillo visto sobre Los Cármenes podría calificarse como un «esquema». Anárquico, desordenado, imperceptible, pero “esquema” al fin y al cabo. Eso sí, las formas de marzo, abril o mayo no se perdieron. Donde hace cinco meses se comprendía y se disculpaba porque el equipo estaba como estaba, ver el espectáculo del cuerpo técnico cordobesista sobre el campo granadino tras el tercer gol local sonrojaba casi tanto como el propio equipo. Y alguno de ellos, por cierto, es reincidente. Al menos yo sigo manteniendo que el Córdoba no es un equipo de pueblo, aunque algunos se hayan empeñado en transmitir esa imagen del conjunto y, lo que es peor, del club blanquiverde. Los primeros 20 minutos del Granada en su encuentro en Los Cármenes se resumen en dos goles anotados, seis ocasiones (dos de ellas, dobles y en sendos manos a manos ante Carlos Abad). Los siguientes 20 minutos dejaron para la libreta un balón al larguero, otras dos llegadas con un jugador solo ante el portero del Córdoba y dos nuevas ocasiones. Mereció el Granada irse al descanso con una manita, pero la fiesta en Los Cármenes, lógica, era como si la hubiera conseguido.

El Córdoba salió, al parecer, con un plan, pero a los 19 minutos ya cambió a su delantero centro. En el minuto 60 cambió el esquema para dibujar una línea de tres centrales para intentar, se supone, evitar una goleada de escándalo. Curioso que se recurra a la línea de tres centrales como el perfil de equipo más fiable para no encajar goles y se haga con 3-1 y con media hora nada más. Es posible (sólo se apunta como una posibilidad), quién sabe, quizá sea porque no es lo mismo ganar por 4-3 que por 1-0.

¿Y los jugadores? Pues los jugadores tienen su cuota de responsabilidad, innegable. Se reiteró lo visto en Málaga y, sobre todo, en Albacete. Pero se volvió a constatar que este equipo no cree en este entrenador, porque ya en la pasada campaña hubo más que sus dudas y sus más y sus menos, aunque el objetivo de entonces, que es el de ahora, no dejaba tiempo al debate ya que los partidos se echaban encima y junio, ya en marzo, parecía demasiado cerca. Hoy por hoy, sí hay tiempo para el debate y más allá de filias y fobias a favor de uno o de otros, lo cierto es que un entrenador que no consigue hacerse con un vestuario, difícilmente tendrá un futuro mínimamente estable.

Y es cierto que aquello de apretar tras pérdida, de la primera presión, de los cambios de sistema, de los vaivenes en los onces, de las dudas físicas y tantas y tantas cosas, caen todas sobre el lado del inquilino del banquillo. Pero no es menos cierto que la desidia, la apatía, la falta de contundencia, el contemplar al rival cómo conduce el balón y hacerlo igual que las vacas miran al tren es responsabilidad, o debería serlo, de los que llevan la camiseta del Córdoba. Por lo tanto, esto se ha convertido en un problema equiparable a tener un espía sordo.

Quizás haya que volver al inicio, a los orígenes, regresar a los motivos por los que este entrenador generó más de una duda, ya que esas desconfianzas no han hecho nada más que acrecentarse. Y, además, aliñadas con otros elementos externos. Ya desde Albacete, la falta de autocrítica por parte del inquilino del banquillo no hizo bien, precisamente, al grupo y a la confianza que debía haber. Una autocrítica obligada, por otra parte, por tanto bandazo, por la ausencia de lo prometido y por un más que llamativo cambio de guión. Estamos todos en esto, se decía, aunque alguno se parecía más al capitán del Costa Concordia que a Blas de Lezo.

Ese entrenador del que se hablaba al inicio de esta crónica de este simulacro de partido que nunca se debió jugar era Vince Lombardi, del que hay un documental recomendable (A football life) en el que se dejan detalles de su forma de entender el fútbol americano y el deporte: «Mis jugadores no tienen por qué caerme bien, pero yo tengo que quererlos».

Ficha técnica:

4 - Granada: Rui Silva, Álex M., Martínez, Germán, Víctor Díaz, San Emeterio, Montoro, Álvaro Vadillo (Pozo, min. 62), Fede Vico (Nico Aguirre, min. 63), Puertas y Adrián Ramos (Rodri Ríos, min. 80).

2 - Córdoba: Carlos Abad, Fernández, Quintanilla, Aythami, Quezada, Bambock, Jaime Romero (Valentín, min. 61), Blati Touré, Álvaro Aguado (Javi Lara, min. 71), Jovanovic y Piovaccari (Erik Expósito, min. 18).

Goles:

1-0 (m. 6) Fede Vico, de disparo cruzado dentro del área.

2-0 (m. 19) Álvaro Vadillo, tras recibir un pase de Adrián Ramos.

2-1 (m. 49) Aythami, de penalti.

3-1 (m. 53) Montoro, de disparo en la frontal del área.

3-2 (min. 84) Bambock, de zapatazo de media distancia.

4-2 (m. 90+1) Rodri Ríos, culminando un gran contragolpe.

Árbitro: Pizarro Gómez (madrileño), amarillas a Piovaccari, Romero, Jovanovic y Quezada; y a Rodri Ríos. En el 54’ expulsó al segundo de Diego Martínez, Raúl Espínola por dirigirse al banquillo blanquiverde con la expresión: «A chuparla», y también expulsó a Ismael Bolívar y al preparador de porteros, Sebas Moyano.

Campo: Estadio Los Cármenes.

Espectadores: 9.931 espectadores.