Así comencé a desengancharme:

- Si me sigues tocando el pelo no voy a ir al fútbol.

Subida la persiana, abierta la ventana, entra una luz plana y viento. En la cama, cuatro personas con pocas horas de sueño pero lúcidas dibujan un mapa en sus cabezas.

- La vida son muchas casillas. Puedes saltar de una a otra, pero hay que pasar por todas. Tampoco conviene estar demasiado tiempo en una.

El discurso del chico de la camiseta naranja da que pensar.

- En la casilla del fútbol llevas mucho.

- Cada quince días, ahí, con la lluvia y el sopor, los atascos en el puente, los domingos perdidos.

- Vas a explotar, algún día vas a explotar.

- Yo antes iba al fútbol con mi novio.

- Qué poco te pega.

- Lo pasábamos bien.

- Qué raro escucharte hablar de fútbol.

- Eso era antes. Me he transformado, por suerte.

- ¿Salimos?

- Yo quiero zumo también.

- ¿Y contra quién juega?

- Reus.

- ¿Os apetece una caracola de chocolate?

- ¿Y en qué puesto va?

- Cuatro por abajo.

- Cuando has dicho cuatro... no me imaginaba que pudieran ser tan buenos.

- Están para bajar.

- Bueno, así habría celebración el año que viene y ganaría siempre. Todos los fines de semana pasarían cosas bonitas.

- Sería sacrificar un día por 364.

- Yo lo haría.

- A mí me pasan cosas bonitas todos los días.

- Tenía un amigo sociólogo al que le propuse que hiciera un estudio de los minutos finales.

- ¿Por qué?

- Porque le metían muchos goles al Córdoba.

- Eso es por miedo.

- Y por inseguridad.

- La inseguridad te destroza.

- Es como en una discoteca al final de la noche, cuando encienden las luces porque quieren que te vayas. Tú llevas tiempo fijándote en una chica. No te atreves. Sabes que es el final, que se irá, que te quedarás con cara de bobo.

- Ya.

- Y tienes dos opciones. Ser valiente o si no...

- O dar un paso atrás.

- Sí, quedarte como estás. Si te quedas como estás es por inseguridad, por nervios.

- Nervios siempre vas a tener.

- Sí, el problema no son los nervios, los nervios producen cosquilleo, el cosquilleo es hasta bueno, es señal de que algo se te mueve por dentro, el problema es la falta de confianza. Por eso lo acaban jodiendo en los minutos finales.

- Deberíamos salir ya.

- ¿Hacemos merienda - cena?

Los cuatro ven algunas imágenes de la noche del sábado, ya en el umbral del balcón. Contemplan la lluvia.

- Imagínate lo que hubiera sido esto con sol.

Caminan en manga corta; les apetece un poco de fresco.