Como Pedro por su casa se pasea el Barça por la Copa del Rey. En diez de las últimas once ediciones habrá disputado la semifinal, periodo en el que ha recopilado cuatro títulos. Alavés, Atlético y Celta, clasificados por este orden, serán sus últimos obstáculos. El sorteo de este mediodía dictaminará cual será el próximo a partir de la semana que viene.

La historia reciente invita a pensar que el Barça le tiene pillada la medida al torneo y que le resulta hasta fácil avanzar en él, perpetuando una antigua tradición en la que el club justificaba la temporada con el título copero, que solo le exigía esfuerzos breves, cuando ya se había despedido de la Liga por Navidad. Y el marcador de anoche también sugiere que no tuvo ningún problema para despedir a la Real. No fue así.

REACCIÓN INSTANTÁNEA / La goleada, iniciada por Denis Suárez, autor de un doblete, ocultará para los desmemoriados que Cillessen abortó el empate de Willian José segundos antes de que Neymar se marchara disparado y forzara un penalti transformado por Messi, y que Suárez equilibró al minuto un bonito tanto de Juanmi en la única indecisión local. La grada registró la peor entrada copera -peor incluso que la del Hércules- pero bullió ante un partido que empezó lánguido y terminó apoteósico, con seis goles, alguna brusquedad y discutibles decisiones arbitrales que encendieron al Camp Nou.

Una de las incógnitas del duelo estaba en conocer quién sería el mediocentro en lugar de Busquets. La paliza fue para el opositor más antiguo. Mascherano lleva desde el 2010 soñando con esa posición, la suya, en la que despuntó, y que ha perdido en el Barça. Desde el primer día, con aquella ya célebre derrota frente al Hércules en el 2010, que le obligó a una forzosa reconversión para albergar un porvenir como el que se ha labrado ante la imposibilidad de competir con Busquets.

Un año hacía (27 de enero del 2016) que Mascherano no ejercía en el eje del equipo. Defendió mejor que atacó en un día que, paradójicamente, había que evitar un contratiempo con la ventaja de la ida. Cuando desapareció, el partido se descontroló.

El equipo no necesitaba al Jefecito para la orfebrería. En cualquier caso, contó con la proximidad de Messi para socorrerle, ofreciendo una línea de pase segura o la creación de un enorme espacio para moverse tras desbordar a un par de rivales con los regates.

SIN REMATES / Eusebio repitió el mismo equipo de la ida. O es el mejor que puede presentar o acabó tan conforme del primer partido, resultado aparte, que mantuvo su fe ciega en los once elegidos. No le alcanzó, por más que consiguiera alejar el fútbol del área de Rulli. El meta no paró ni una en el primer tiempo. Le resultó inalcanzable el fino tiro de Denis tras un demoledor contraataque en el que el tridente fue el nexo de unión entre el robo de Umtiti y el remate de Denis.

Mantener la pelota lejos de su área no reportó ningún beneficio adicional al once vasco más allá de evitar un posible daño. Solo disparó tres veces, ninguna bien dirigida. Consumida la mitad del tiempo, a la Real empezó a interersarle que sucedieran cosas, y aumentó el ritmo. Forzó errores en el Barça, pero también cometió más cuando los locales se equilibró la fogosidad. Cillessen evitó que Willian Jose empatara pronto y rebrotara la emoción por el desenlace de la eliminatoria que venía decantada de Donosti.