Una copita para entonar

Los valores absolutos en el fútbol son traicioneros. No digamos ya los valores momentáneos. Por un par de partidos ha habido jugadores que han vivido, al menos en Córdoba, más de media Liga. Así que la templanza, el dar tiempo al tiempo y valorar en su justa medida (en cantidad y en calendario) es lo mejor que le puede pasar a este Córdoba que tiene claro que en enero necesita no pocos refuerzos. Pero anoche tocaba la Copa del Rey ante un Primera. Bueno, ante un Málaga que milita en Primera División y que en El Arcángel llegó con varios segundas espadas que, para colmo, se dedicaron a sestear, a cumplir el trámite, a dejar pasar el tiempo y darse por contentos con el empate. Vamos, que para el Málaga pareció una copita. Igual era cierto aquello que Juande Ramos dijo en la previa de no saber «nada» del Córdoba, porque es lo que se transmitió sobre el césped. Y enfrente tenía un equipo justito, con bastante daño recibido, con la autoestima por los suelos y con las capacidades limitadas desde su creación, el pasado verano. Pero había que ponerle oficio, amor propio, corazón y ganas de hacerlo bien. Vamos, lo que no le puso el Málaga, por lo que ahora el Córdoba ve la eliminatoria encarrilada y con un pie en octavos.

No hay que engañarse. El Córdoba es el equipo con las mismas limitaciones que hace unos días y Luis Miguel Carrión, con dos entrenamientos, no va a tapar las carencias de la plantilla. Al catalán le han dado un Panda destartalado asegurándole que es un Ferrari y apenas le ha dado tiempo a darle un manguerazo para que al menos pueda distinguírsele como un coche. Ante el Reus, el domingo -y siguientes-, habrá que ponerlo en quinta y comprobar si no le vuelven a saltar las bielas. Pero aquí se está para competir y, simplemente, el Córdoba compitió mejor, bastante mejor que un Málaga al que parecía que no le iba nada en el envite. Entre los puntos positivos del conjunto blanquiverde, anoche, ese intento por intentar tener más el balón, de aparentar saber qué se quiere hacer con él, el corazón, las ganas de revertir la actual depresión y, por supuesto, el resultado. El 1-4-1-4-1 de Carrión tuvo esa ventaja en cuanto al balón y en cuanto al rival. Algo más de control real, un punto más agradable a la vista y menos abuso del balón largo. Tendrá en el futuro problemas: con Borja Domínguez y Caballero podrá rondar el área, pero sobre todo con el segundo carecerá de llegada, de punch, de instinto asesino o llámenle como quiera. El gol del gallego, que dio la puntilla a los malacitanos remató lo que se vio antes sobre el césped.

Tuvo más problemas el equipo de Carrión en la primera mitad, con una falta de Duda, un mano a mano de Santos ante Razak, otra clara llegada de Ontiveros u otra, aún más clara, de Juankar. A pesar de que el Córdoba también tuvo sus ocasiones por medio de Rodri y de Pedro Ríos, principalmente, la sensación que transmitía el equipo blanquiverde era de duda y debilidad, sobre todo en la zona defensiva. Pero o bien Razak tuvo su noche o bien los delanteros malacitanos no estaban ayer para competir al cien por cien. El caso es que el encuentro se fue al descanso y el Córdoba mantenía la cara al encuentro transmitiendo, en líneas generales, buenas sensaciones.

En la segunda parte mejorarían, porque la entrada de Esteve por Caballero dio algo más de opciones a Borja Domínguez, reventado durante casi una hora por desajustes tácticos que no eran suyos, sino de otros. Se equilibró algo más el Córdoba y se notó en el campo. Para colmo, si tanto Javi Galán como Pedro Ríos despuntaban en las bandas, la entrada de Moha Traoré por el onubense terminó de desequilibrar el encuentro ante un Málaga apático.

Un pase de Borja Domínguez dejó a Rodri dentro del área con el balón. El pichichi blanquiverde se lió: quiso disparar, recortó, tenía a un compañero listo para empujarla, pero llevaba demasiado tiempo sin anotar y lo quiso para él. Finalmente, disparó ajustado al poste y el balón se coló en la red. Juande Ramos, que había hecho dos cambios antes del gol local, pareció decir aquello de : «arregladlo vosotros» y no hizo amago, siquiera, de intentar arreglar el entuerto. El Córdoba, con los chavales, fue creciéndose. Moha le dio un mal rato a Juankar en los 20 minutos que estuvo sobre el campo; Javi Galán las tuvo tiesas con Rosales y Esteve dio algo más de tranquilidad a un Borja Domínguez que pudo mirar hacia delante. Y enmedio de la inoperancia visitante llegó el segundo gol cordobesista. Moha Traoré llegaba hasta el fondo con el balón controlado y mandaba atrás, a media altura. Borja Domínguez llegaba en carrera y, desde el borde del área, lanzaba un zurdazo que fue imposible de alcanzar para Boiko.

Los últimos diez minutos de encuentro solo sirvieron para comprobar, una vez más, la inoperancia, dejadez o apatía de un Málaga que a punto estuvo de llevarse un gol más que hubiera puesto la eliminatoria prácticamente insalvable. Desde luego, si esa actitud la repite en La Rosaleda, el 2-0 será suficiente, pero todos sabemos que no será así.

Por su parte, al Córdoba le vino el partido como día de matanza: todo lo aprovechó. Le viene de perlas el resultado para tener esperanza de pasar a octavos, rompe una sequía de más de dos meses sin ganar, Rodri regresa a la senda del gol, algún suplente, como Borja Domínguez, se reivindica, así como algún jugador del filial y, de paso, se da un pequeño empuje moral en el estreno de Carrión en el banquillo. Sí, la Liga, el Reus, será otra cosa. Pero por lo pronto, el Córdoba se entonó anoche con una Copa.