El número uno sin oposición

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El número uno sin oposición

BARCELONA

Hay un antes y un después de Vigo. Sin que aquel fallo fuera el primero ni el último que cometiera. Pero sí fue visible y grave. Su responsabilidad fue indiscutible al tratar de elevar un balón sobre Pablo Hernández, que le acosaba, lo que costó un gol y frenó de cuajo una desesperada remontada del Barça. Tampoco lo de Anoeta fue la primera vez.

«Es culpa mía, lo siento mucho», dijo Ter Stegen ante todos los micrófonos que le apuntaron en Balaídos, en una asunción de responsabilidades tan clara como necesaria. Y con el mismo grado de sinceridad con la que se había expresado aseguró con contundencia: «Aunque haya pasado esto, yo no voy a cambiar mi juego».

Y no ha cambiado, solo ha reducido riesgos. Las imágenes repetían los gritos de Luis Enrique, cuando todavía no había perdido la fe en una reacción de los suyos, que pedía a Ter Stegen que sacara en largo. No había forma de que el equipo saliera de la ratonera en la que estaba encerrado por la Real por vía terrestre, con el balón raseado, y Luis Enrique abogaba por la vía aérea. Ni en tren ni en avión llegó el Barça a ningún lado.

Pero llega el clásico y las miradas que se concentrarán en Leo Messi y Cristiano Ronaldo se dirigirán inmediatamente a Ter Stegen y Keylor, las dianas adonde apuntan los astros. Para el alemán será una experiencia nueva. Enfila la semana del que será su primer clásico. Nunca había experimentado esa sensación, porque la Liga perteneció a Claudio Bravo en las dos primeras campañas de Luis Enrique; seguramente, es una hipótesis, porque Ter Stegen se lesionó en la espalda diez días antes de empezar la Liga 14-15, abriendo así la puerta a Bravo. Luego, el entrenador no tuvo motivos para echar al chileno, que conquistó el trofeo Zamora en la Liga.

Disconforme con ser el meta de la Liga de Campeones y la Copa, campeón en ambas, Ter Stegen se presentó en las oficinas este verano con la disyuntiva: o él o yo. O todo o nada. El futuro (por los nueve años menos que tenía respecto a Bravo) decantaron el pulso. Ahora Ter Stegen disfruta de la propiedad exclusiva de los palos del Camp Nou sin que nadie se la discuta.

«Siempre analizo mis errores para tratar de mejorar», proclama el alemán, que convive con naturalidad con la presión inherente a la condición de portero, aumentada en el Barça. Tan concienzudo para repasar sus intervenciones como maniático para que nadie toque los guantes que estrena en cada partido, Ter Stegen encarna la figura del guardameta moderno. Delantero hasta los 14 años, la precisión adquirida con los pies complementa las manos de un portero que transmite seguridad a la zaga, es ágil y sobrio y cuyo desafío será conservar la portería a cero. Sobre todo, el sábado.

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