Zinedine Zidane se hizo cargo del Madrid el 4 de enero, en un contexto propicio para atajar la crisis de juego y resultados que atravesaba el equipo de Benítez, entonces a cinco puntos del Barcelona con un partido más. Sin la Copa de por medio, Zizou tenía por delante más de un mes de competición con solo un partido a la semana, margen suficiente para aplicar sus ideas y empezar a construir un sistema que resultase fiable en el tramo decisivo del curso.

Los dos primeros partidos ante el Deportivo (5-0) y el Sporting (5-1), permitieron allanar la transición y calibrar las intenciones del nuevo técnico, muy similares a las de su mentor, Carlo Ancelotti: un 4-3-3 con protagonismo y libertad para la BBC (10 goles), Kroos de vuelta al mediocentro escoltado por un Modric más libre para mejorar la salida del balón y un interior de vocación ofensiva (James o Isco) para enlazar el centro del campo con la delantera.

Con el balón, el Madrid se mostraba más alegre y dinámico, siempre con la voluntad de salir jugando desde atrás y encadenar posesiones largas para instalarse en campo contrario; sin él, Zidane optó por aplicar una presión muy agresiva tras la pérdida y, en caso de no recuperarlo, un repliegue en su propio campo con los once jugadores implicados en tareas defensivas. "Tenemos que jugar juntos en ataque y en defensa", pregonaba el francés. Buena parte del trabajo inicial de Zidane consistió en recuperar la confianza de hombres como Isco, Jesé o James, casi apartados con Benítez. En consecuencia, otros habituales con el técnico madrileño como Lucas o Casemiro pasaron a un segundo plano.

LAS PRIMERAS DUDAS

A pesar del tropiezo frente al Betis (1-1) el Madrid mantuvo una buena línea de juego que siguió en la goleada al Espanyol (6-0) pero que empezó a zozobrar en la visita a Granada (1-2) y que se iría al traste tras el empate en Málaga (1-1) y la sucesiva derrota frente al Atlético (0-1), pinchazos que le dejaron sin opciones en la Liga y que difuminaron definitivamente el famoso efecto Zidane.

La mala imagen del Madrid en el derbi sembró de dudas al equipo y al propio entrenador, incapaz de equilibrar a un cuadro timorato en ataque y vulnerable en defensa. El Madrid había perdido la frescura de los primeros días de Zidane y el Atlético descubrió todas sus lagunas: la salida de balón no estaba bien trabajada, la presión en campo contrario era desordenada e ineficaz y la defensa era vulnerable por todos los lados, solo sostenida por Navas.

PARADIGMA CASEMIRO

"Así no vamos a ninguna parte, estoy preocupado‡", reconoció Zidane después de la victoria del Madrid en Las Palmas en el peor partido de los suyos, zarandeados en un duelo que resolvió un testarazo de Casemiro.

El brasileño, desaparecido de la titularidad durante los dos primeros meses de la era Zidane, se estrenó en el once la jornada anterior, frente al Levante (1-3), y desde entonces es un fijo en todas las alineaciones. Su inesperado protagonismo en el tramo final revela el cambio de rumbo de Zidane, forzado a buscar alternativas porque hombres importantes como Isco y James no han respondido como se esperaba a la confianza de su técnico.

Con el clásico y los cuartos de la Champions a la vuelta de la esquina, y con poco tiempo para buscar nuevas fórmulas, parece que Zidane se jugará su futuro y el de su equipo con una propuesta muy diferente a la inicial.