De Berlín a Yokohama. De Europa a Asia para conquistar el mundo. Por tercera vez. Tres en siete años, en un círculo inigualable que refuerza al Barça como el equipo de este siglo, tan por encima de los demás como lo estuvo de River Plate (3-0), al que acabó bailando con la pelota, el objeto al que ha cautivado más que nadie y que sigue encantado de estar a sus pies. Así que es normal que los tres Balones se fueran con ellos. El de oro con Suárez, el de plata conMessi y el de bronce con Iniesta.

El '10' empezará el año recibiendo otro Balón, este de oro, y van cinco para desespero de Cristiano, que este año no podrá gritar y que podría dejar su sitio a Suárez, que se lo ha ido comiendo a bocados. Más duro que una piedra, Leo abrió el camino para cerrar el círculo con la quinta copa y seguir haciendo rodar el del siglo con el décimo título internacional en nueve años, desde París hasta Japón. CuatroChampions, tres Mundiales y tres Supercopas de Europa, una lista inimaginable para quienes se criaron en los viejos tiempos; o, mejor, en todos los tiempos de este club hasta el chasquido que provocó Cruyff, y Wembley y el dream team, y después de otros años de penuria, cuando se produjo la refundación en el 2003. Desde entonces, no ha dejado de ganar. Y con estilo. Nadie está a su altura, sea el Manchester, la Juve, River o el Madrid, con quien también ha bailado unas cuantas veces en el salón del Bernábeu. «Lideramos el mundo del fútbol desde hace más de una década», dijo Bartomeu.

GRADA MONUMENTAL

Bailaron en el campo con la pelota en cuanto Messi y Suárez acabaron más que con el corazón argentino -que siguió bombeando en la grada- con las piernas y los tacos, siempre a punto para dejar huella, jugando con el cuchillo en la boca y con Ponzio al frente de la cacería. Al 10, y al 9, y al 11, y al resto no se les calla por más que griten o les peguen. Parecía que jugaran en Buenos Aires, en el mismísimoMonumental, con una banda de 16.000 gargantas que no dejó de cantar, ajena al marcador. Pero bajo ese ruido había un punto de resignación y de impotencia que les llevó a pitar a Messi y aMascherano pese ser de los suyos. Cuánto habrían dado para que estuvieran de su lado.

LA 'PULGA' MANDA CALLAR

La grada era roja, frente al silencio de los japoneses azulgranas, solo roto por los goles y los murmullos de admiración cada vez que Messi y Neymar hacían de las suyas. Pero el duelo en el campo fue mucho más desigual. Duró media hora, el tiempo que aguantó River, el tiempo que tardó Messi en alzar la voz y hacer callar a los argentinos que se resisten a ponerle en el trono de todos los tiempos, por delante de Maradona y de quien sea.

En 48 horas pasó de no poderse levantar de la cama a zigzagear como la Pulga que siempre ha sido. «No se aguantaba de pie y quería jugar la semifinal», explicó Luis Enrique, que a punto de cumplirse un año de la crisis de Anoeta le hizo una reverencia. «El hambre de ganar de Messi es un ejemplo. Es un líder, es nuestro jugador referencia, es nuestro mejor jugador», proclamó. El 2015 se abrió con un terremoto, que estuvo cerca de acabar con casi todo, y se ha cerrado en la cima del mundo.

Nadie mejor que Messi retrata ese giro vertiginoso. De dar un portazo y no presentarse a entrenar a querer jugar doblado por el dolor. Ahora anda feliz, sin parar de reír al lado de Suárez y Neymar, desde el túnel de vestuarios (como tres niños que salen a jugar al patio) hasta el final, bailando sobre el escenario. Como en el último año de las cinco copas (2011), ha vuelto a marcar en todas las competiciones. «Me siento muy feliz de poder entrar en la historia de este club tan grande», declaró. Son ya 26 títulos, como Iniesta, superando a Xavi, y junto a Piqué, Busquets y Alves forman el club único de los tres Mundiales de clubs.

«Que siga la fiesta», pidió Luis Enrique. La fiesta seguirá y el Barça lucirá todo el año en el pecho el símbolo de campeón del mundo.