En fútbol, la palabra proyecto, promesas, progreso no tiene ningún sentido mientras haya aficionados infelices. No hay ningún club feliz y equilibrado si sus aficionados no se identifican con la filosofía llevada a cabo por su club. La familia cordobesista siempre debe estar unida ante cualquier adversidad, esa debe ser la línea de partida, porque si entre ellos pelean seguro que los devoran los de afuera.

Como abonado no quiero ninguna oferta para sacar a cambio mi abono la próxima temporada (todos los años lo renovaré aunque el club baje diez categorías), quiero la unión entre club y aficionados, quiero un proyecto sólido a medio largo plazo, quiero un gran proyecto de cantera, quiero que se les den facilidades y alternativas a los parados, a los abuelos, a la gente cordobesista de verdad que no tienen recursos y quiero que se cuiden y se tenga muy presente a los jóvenes, puesto que la implicación de los jóvenes con el club es el pasaporte hacia el futuro, el mañana pertenecerá a aquellos jóvenes que han sufrido y han sentido sus colores y preparan su masters especial para ser fieles a su club.

Decía M. Luther King: "Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el arte de vivir juntos, como hermanos". Independientemente de dónde compita la próxima temporada, club y aficionados deben prepararse para caminar juntos. Solo hay tres acontecimientos importantes en la vida del buen aficionado: nacer para vivir por tu club, vivir por tu club y morir por tu club. Yo he logrado solo dos: nacer y vivir, y como muchos desde la distancia estoy muriendo lentamente con el club que me lo dio todo. En esta columna no me apetece comentar fallos, aciertos y errores sobre conceptos técnicos-tácticos, solo me preocupa el futuro del Córdoba, un club que se le va apagando lentamente la luz y que cada semana la veo más tenue.