Vuelve a cruzarse con él. Cuando el Córdoba ya oteaba en el horizonte convulsiones institucionales y económicas decidió acertadamente nombrarle para ocupar el banquillo. Pese a lo que digan, un valor seguro cuando de cumplir objetivos se trata. Lucas Alcaraz podría hacer suya una frase del coronel Nathan Jessep (Jack Nicholson) para responder a esas voces que "se levantan y se van a dormir bajo la manta de libertad que yo le garantizo y luego cuestionan la manera en la que lo hago". Diga libertad, diga categoría en el fútbol. Llegó, mantuvo dos temporadas al equipo en la categoría de plata con tranquilidad y se marchó. Algo que puede ser normal en cualquier otro club, pero en el Córdoba pocos pueden presumir de haber cumplido dos temporadas completas en el banquillo, en Segunda y cumpliendo los objetivos, una tierra en la que aún se discute la forma cuando aún se está lejos de cumplir lo proyectado.

Tras salvar al Granada la pasada temporada, en esta se subió en el tren en marcha granota. El Levante cesó a Mendilíbar y el granadino aceptó el reto. En su particular Liga suma ya 27 puntos. Solo tres menos que el Rayo, dos menos que el Celta o el Elche, once más que el Córdoba, 10 más que el equipo de su tierra y cinco más que el Eibar, el Deportivo o el Almería. A pesar de ello ha sido recientemente cuando en Valencia empiezan a reconocerle el trabajo después de algunas semanas en las que Lucas debió tirar de su particular ironía, de la que ya hizo gala en la sala de prensa de El Arcángel durante su época en blanco y verde. Hace poco fue preguntado si no estaba cansado de ganar con sufrimiento, a lo que respondió que estaba "esperando la oferta del Real Madrid para no sufrir tanto en cada partido". Ya en Córdoba dijo de Lizio que no estaba "ni para el saque de honor", cuando el argentino se postuló para jugar tras estar en el dique seco o que David Lopes no llegaría a la convocatoria de una jornada "salvo que se tire en paracaídas" tras retrasarse en la reincorporación navideña.

Esa frase que podría asumir Alcaraz es la que grita Jessep, en Algunos hombres buenos : "Mi existencia, aunque extraña e incomprensible para ti, salva vidas (equipos). Tú no quieres la verdad porque en tu interior, en lugares de los que no hablas en las fiestas (partidos), me quieres en ese muro (banquillo), me necesitas en ese muro (banquillo)".