Ya ni mi padre va al fútbol; vale que está recién operado, pero es que tampoco va a ir contra el Barça --"sin jugarse nada el Córdoba no pago 52,5 euros por ver a los catalinos, que le aproveche a González, esa es la forma que tiene de tratar a los sufridos socios"--. Mi novia se mosquea porque vaya al fútbol. Dice que el viernes es para ir a cenar o al cine y que odia al Córdoba. Mis amigos tampoco vienen --"¿alguien se apunta a unos pinchitos morunos?"--. La previa del partido es relegada a la tercera página del periódico. No hay ganas ni de llegar al campo pronto. La directiva del Athletic al menos aprovecha para visitar el Palacio de Viana.

Ir en bici y tener que hacer medio camino a pie porque no hay un solo carril bici en el centro de esta ciudad. Botellón junto al río, eso sí, y ni siquiera ahí se escucha fútbol, solo clases de reguetón.

Dentro del campo hay un murmullo de videoconsola, salpicado por el eterno "¡González, vete ya!" y algún sorprendente aplauso al equipo porque está a punto de marcar. ¿Qué queda? Mirar alrededor. Grabarlo. Mirar al marcador y embobarse con lo de Athletic Club, porque en breve...

Hace dos semanas todo el mundo odiaba a Juan Carlos y ahora le vitorean. El equipo se retira y más aplausos. ¿Qué es lo que está pasando hoy?

-- Estoy mareada de mirar vestidos para mi madre.

Aquí lo que marea es el tipo que no para de echar el humo a la cara mientras me tomo el bocadillo: 38 céntimos el pan, 50 unos cuantos triángulos de queso y 33 un batido de chocolate en envase de 200 mililitros porque es lo único que dejan meter en el estadio. Cenar por poco más de un euro. Lo único bueno de un viernes en el fútbol.

La segunda parte ya es más normal. Abel tiene que aguantar diez segundos de pitos --"pocos son para el estropicio que ha montado"--, al igual que Cartabia o Rossi; la afición, más de una hora de insufrible languidez. Pero quizá porque es viernes, día de todo menos de fútbol, no hay ese ambiente catastrófico de semanas anteriores, o quizá porque la gente se cansa de tanto protestar; da tanta pena el Córdoba que ni el Athletic celebra con ímpetu su gol. Incluso hay más aplausos, muy bien elegidos: Krhin, Crespo, Florin, Juan Carlos y Fidel.

A los fotógrafos ya no les queda ni el recurso de las típicas caras de desolación al final del partido porque ya están muy vistas y llevamos así desde febrero. Ya ni siquiera se escuchan reproches de los aficionados a la salida. Es todo muy aburrido.

-- Malditos bastardos, separar parejas una noche de viernes para perder otra vez.

Toca regresar. Cuelo la bici entre coches y me pongo en primera fila. El policía da la señal. Me lanzo por el puente de El Arenal, de pie, plato grande, motos a mi derecha, a mi izquierda, delante y detrás. De pie sobre la bici, más pedales, más velocidad, ¿estoy sudando?, y me siguen pasando por todos lados, los motores cada vez taladran más, soy muy diminuto. Cuando llego a casa me doy cuenta de que es lo más emocionante que me ha pasado en toda la noche y que solo quedan dos partidos en casa, y que toda esta aventura se ha terminado demasiado pronto.