Récord histórico. Son 6.000, sí. Ni uno más, ni uno menos. O no. Porque por el camino se han quedado algunos. O muchos... Ellos no podrán correr. Es lo que tiene este deporte. Lo llevas todo controlado desde hace meses. La planificación iba a la perfección. Te descargaste un exhaustivo plan de entrenamiento para llegar al ritmo deseado mañana. La semana uno costó. En la número dos respirabas mejor. En la tres las piernas respondían a los cambios de ritmo. En la cuatro ibas como la seda. En la cinco ampliabas tus miras. Y hacías balance. Llegarías bien para correr los 21 kilómetros estipulados. Nunca antes lo habías hecho. Era un reto difícil. Casi una quimera. Una utopía. Pero los plazos se iban cumpliendo.

Falta un mes para la carrera. Te has comprado unas zapatillas nuevas. Harás las últimas sesiones con ellas para adaptar tu pisada a su drop . Van a la perfección. Son un guante y elegantes. Parecen que vuelan, aunque en los dos primeros entrenos te han salido rozaduras. Se subsanan y mejoran con vaselina. Aunque también pruebas con calcetines específicos.

Queda poco para el día. Está marcado en rojo en el calendario. Pero una mañana, una de esas mañanas en las que haces un hueco en una agenda sin huecos, te pones las medias de compresión, te calzas las zapatillas, te envainas la malla y te abrigas la parte superior con una camiseta elástica. Te pones el reloj y el brazalete con el móvil para grabar la sesión. ¡Y a correr!.

En el kilómetro cuatro, una vez calentado el cuerpo, aparece un dolor leve por debajo del gemelo. Nada importante. Está cargado el sóleo. En el kilómetro seis hay que parar y estirar. Se para la sesión. Dos días después ya no duele. Vuelve el ritual mañanero y una vez vestido de atleta sales a correr. Esta vez el dolor aparece en el kilómetros dos. Nada más comenzar. No puedes ni andar... Además en una pisada notaste una pedrada. El plan hizo crack.

Atrás quedaron horas de preparación. Atrás quedaron zancadas y zancadas pensando en el objetivo. Atrás quedaron todos los carriles bicis y parques de la ciudad. Atrás quedó el calor y la lluvia. Atrás quedó el sacrificio. Atrás quedaron horas que no pasaste con tus seres queridos. Días que se quedaban cortos con 24 horas. Para qué. Para montarte en tu coche, dar una vuelta a Córdoba y ver cómo otros corren y tú no puedes dar un paso.

Pero tu mente no para. Próximo objetivo...