Otra demostración de racismo provocó ayer un movimiento de repulsa que trascendió las fronteras del fútbol, del deporte y de España. Personalidades de distintos ámbitos, y diferentes nacionalidades, en consonancia con la lacra mundial que es cualquier manifestación de discriminación o xenofobia, se alinearon en un gesto solidario con Dani Alves, la víctima del ataque. Al defensa azulgrana le tiraron un plátano cuando iba a lanzar un córner en el Villarreal-Barça del domingo y él respondió comiéndoselo.

La manifestación más visual de la corriente de solidaridad que acompañó a Alves se observó, más allá de las declaraciones oficiales y mensajes contundentes o emotivos, en las imágenes. Las redes sociales se llenaron de fotos imitando la reacción del lateral azulgrana al pelar el plátano y comerlo. El primero en secundarle fue un compañero. Neymar, desde su casa, colgó inmediatamente de él y su hijo con sendos plátanos, y una etiqueta en Twitter en cuatro idiomas.

Tras Alves y Neymar, varios compañeros brasileños (Oscar, David Luiz y Willian), futbolistas de otras nacionalidades (el argentino Sergio Agüero), exfutbolistas rivales (el exmadridistas Roberto Carlos), entrenadores de otros países (Pep Guardiola), el máximo responsable del fútbol mundial (Joseph Blatter, el presidente de la FIFA) e incluso políticos como el primer ministro italiano Matteo Renzi y el seleccionador Cesare Prandelli salieron también al paso.

Con semejante celeridad a la que se desencadenó esa corriente de simpatía se movieron los servicios de seguridad del Villarreal. El club aseguró ayer haber identificado al aficionado que lanzó el plátano tras revisar las imágenes y recoger testimonios de la grada. "EL club ha decidido retirarle el carnet y prohibirle el acceso al Estadio El Madrigal de por vida", explicó en una nota.

"El ataque racista a Alves no fue el primero visto en los estadios españoles ni será el último. Tan llamativa, por inesperada, fue la reacción del futbolista al comerse el plátano que cayó a su vera, como sorprendente fue ese lanzamiento en un partido entre dos equipos que no tienen ninguna rivalidad, que no era conflictivo, ni se trataba de un momento decisivo que pudiera explicar la espontánea demostración ofensiva. Era el minuto 75 de partido y el Villarreal vencía por 2-1. El Barça venció por 2-3.

"Mi padre siempre me decía: hay que comer bananas porque previenen las rampas", explicó Alves. Y, en efecto, el lateral brasileño, entiende que "hay que reírse de todo esto". "Llevo 11 años jugando en España y esta situación no la vamos a cambiar", dijo Resignado. La Comisión Antiviolencia anunció que estudiaría este acto "execrable y repugnante", como lo calificó Miguel Cardenal, secretario de Estado para el Deporte.

La reacción de Alves fue una idea de Neymar. A los dos ya les había caído un plátano en el reciente derbi frente al Espanyol en Cornellà-El Prat. "Si llego a ver la banana me la como", dijo Neymar a Alves, al día siguiente del partido.

El asunto es demasiado serio y el mal afecta a todo el planeta, allí donde se produzca cualquier acto de discriminación. Brasil es uno de los países con mayor sensibilidad, y no solo porque Alves tenga esa nacionalidad, o se celebre el próximo verano el Mundial. La presidenta, Dilma Rouseff, así como Joseph Blatter garantizaron que combatirán las manifestaciones de racismo. El Barça había expresado a primera hora su apoyo total a su futbolista.

Horas más tarde lo hacía Esteban Ibarra, el presidente del Movimiento contra la tolerancia, pidiendo medidas más contundentes al considerar que lo sucedido con Alves "no es un episodio aislado". Ni en el fútbol, ni en España. En Estados Unidos, el propietario de Los Angeles Clippers había hecho comentarios xenófobos sobre la presencia de personas negras en la pista del equipo. "Lo que hace tan bonito al deporte es que lo practican personas de diferentes razas", dijo el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, aludiendo a los dos casos.