Por primera vez en años dedicó tiempo a mirar sin hacer nada más. Por fin gozaba de tiempo, así que decidió tomarse las cosas con más calma; dejó de ir siempre corriendo. Por eso se quedó junto a sus amigos viendo cómo jugaban al tenis y pronosticaban resultado en El Arcángel. Por eso también llegó al estadio más pronto de lo habitual, cuando los jugadores ni habían saltado a un césped plagado de calvas. Así que pudo escuchar la extraña pitada, en el pequeño homenaje a la afición del Córdoba, galardonada como la mejor de Segunda. Esta se espoleó y por primera vez en mucho tiempo sonó el himno al unísono. Otro premio se mereció la peña Cordobamanía, con su habitual recogida de alimentos para niños saharauis. Y otro momento de felicidad vivió Alberto Martínez, nombrado presidente de la Agrupación de Peñas.

Al chico tranquilo se le vio por la grada de nuevo solo, pero ya no sacaba el móvil del bolsillo; no había mensajes que mandar; quizá tampoco a quién; o es que no había mucho que decir. Aparentaba el mismo sosiego que el niño que tenía justo delante. El crío no sabía adónde mirar. Primero se colocó el gorro, luego se comió una chocolatina, pero nada. La tarde se le estaba haciendo eterna. Solo se inmutó cuando escuchó la patada que Villa propinó al banco después de que el Barcelona B marcara.

El estadio se quedó gélido. Fuera, unos jóvenes jugaban un partido de fútbol sala. Había una camiseta del Betis, otra del Milan, del Manchester y del Oporto. Lo único que escuchaban del interior eran los tímidos pitos con los que el público despidió al equipo al descanso. No hubo uys ni nada digno como para modificar la postura del cuerpo, que bastante tenía con aguantar la tiritera, mucho menos para levantarse o gritar. El chiquillo optó por cambiarse de sitio, pero todo seguía igual. Su padre le estimulaba, pero no había manera. Mucho hacía con soportar el frío del último día de noviembre.

No había escarcha, ni las heladas del norte, pero los pocos grados dejaban los cerebros aletargados. Y el subconsciente. El mismo que traicionó al speaker , que anunció la entrada al campo de Javi Guerra --segundo máximo goleador nacional en Primera-- cuando el que se incorporaba era el canterano Juan Guerra, que debutaba en la categoría. Hacía tanto frío que el público tardó en reaccionar y pasó casi un minuto hasta que comenzó a insultar al árbitro, en protesta por el penalti en contra.

Parecía más tarde de lo que era. La luz del otoño se apaga pronto. Al niño no le gustó la noche ni el partido. Debió ser el único del estadio que aplaudió cuando el árbitro señaló el final. El chico tranquilo se marchó más tranquilo aún, no sea que levantara algo de viento al andar. En las pistas de fútbol de cemento ya no quedaba nadie. Con tardes como la de ayer, será difícil que en quince días aparezca alguna camiseta blanquiverde.