El Ajax jugó como toda la vida mientras estuvo con 11 y el Barça jugó peor que nunca incluso contra 10, lejos, muy lejos de cualquier seña de identidad reconocible, en medio de un apagón que dejó una inquietante sensación. La primera derrota de Martino (2-1), que deja el primer puesto a un punto, le llegó en uno de los escenarios donde más se impone la cultura del balón y donde más traicionó esa idea, justo al revés que el Ajax, que solo sucumbió de penalti y cuando se vio condenado a defenderse en un larga segunda mitad. La sensación es que de seguir 11 contra 11, el suplicio se habría prolongado. Cuando recuperó el balón, ni que fuera por jugar con uno más, pareció extraviado, como si hubiera olvidado el camino a seguir, una desmemoria de la que ha ido dejando pequeños signos y que algunos han dejado pasar.

Pasito a pasito el Barça se ha ido alejando del modelo original, y en ese distanciamiento, imperceptible a veces bajo el camuflaje del marcador, ha perdido hábitos obligados. Anoche, esos pequeños detalles quedaron tristemente a la vista en una actuación deplorable, con unas cuantas grandes piezas empeñecidas, y una falta de control y jerarquía absoluta, que solo recuperó gracias a la expulsión de Vetlman. Si en lugar del Ajax, enfrente hubiera estado un grande, el estropicio podría haber sido terrible, a la altura del que se vivió frente al Bayern.

La tropa holandesa, un grupo veinteañeros voluntariosos, fieles al estilo que les inculca uno de los símbolos de la escuela del Akax, Frank de Boer, se mantuvo siempre firme en una manera de entender el juego. Un ideal que una larga lista de nombres ha defendido desde hace más de medio siglo y en el que ahora persisten con mucho menos talento. Uno de ellos estaba en el palco y, ahí, codo a codo con Koeman, Cruyff debió sentirse mucho más cerca de los que fueron más respetuosos con su filosofía. El Ajax siempre quiso el balón, principio y fin de lo que ha sido y de lo que quiere seguir siendo. De triángulo en triangulo, de rombo en rombo, con esa simplicidad que el Barca parece haber perdido, dominó a placer el primer acto. Nada excepcional, solo juego de posición, ese concepto que fue la base sobre la que el Barça construyó un imperio, y que se ha difuminado.

Con el balón, al Ajax le costó poco encontrarle agujeros al Barça, que los tenía y muchos. con un centro Un centro de patio de colegio, un engaño que se come Piqué y un remate. Así de fácil, demasiado, para un equipo de este nivel. Un desastre defensivo que se repitió en el 2-0, en un alboroto que flirteó con el ridículo. Con un centro del campo invisible, donde el triángulo Song-Xavi-Iniesta nunca llegó a imponerse, solo Neymar tuvo alguna aparición luminosa, nada especial, pero muy por encima de un Cesc desaparecido como falso nueve. Neymar pareció el más concienciado, el más despierto y por ahí llegó lo que parecía el detonante para que el Barça saliera de ese agujero negro. Una pillería abrió doblemente el partido: penalti, que Xavi convirtió en el 2-1, y roja directa.

El Ajax echó el culo atrás, algo que no le conviene y perdió de vista el balón. El Barça mejoró. No era muy difícil. Peor, era imposible. Pero no fue mucho más lejos por más que Xavi e Iniesta recuperaran parte de lo que son. La posesión no sirvió para ir mucho más lejos, incapaces de romper un sistema defensivo más bien rudimentario, de sacar balones de cualquier manera. El Ajax no está hecho para ese juego, pero incluso tan incómodo como se le veía, le bastó para ganar.

El Barça de Martino se ha quedado al filo de igualar el récord del de Guardiola. Tata ya dijo que no era lo importante, que le interesaría más igualar el de las seis copas. Por el camino de anoche no llegará.