Resulta difícil, muy difícil, resumir todo lo que ocurrió ayer en Pozoblanco. Fue de locos. El Municipal pozoalbense va a dejar de ser un estadio. Es un manicomio bendito. El Pozoblanco, como ante el Mairena, fue capaz de darle la vuelta al marcador en los veinte minutos finales cuando ya tenía el partido casi perdido. A esos minutos llegó con dos goles en contra.

El embrollo comenzó con un golazo de suerte de Juanjo. Fue un golazo porque marcó desde lejos y escorado, y de suerte porque intentó centrar y sin quererlo metió el balón en la portería de Javi Muñoz. Con el gol, el público se sacó las manos de los bolsillos que tenía resguardadas del frío y llevó a los suyos en volandas. No habían pasado diez minutos del gol de Juanjo cuando Fran conectó un trallazo en la frontal que se coló en la portería visitante.

Con el empate, un defensor gaditano salió a lo suicida con la pierna arriba y se llevó el cuerpo de Alex Gil dentro del área. Penalti que transformó Valentín. Solo quedaba el descuento y el Jerez se había que dado sin su goleador Iván Aguilar por doble amarilla. La afición pozoalbense se frotaba los ojos. Remontada increíble. El Jerez tampoco se lo creía pues pensaban que habían echado el cierre el partido con el segundo gol de Iván Aguilar cuando iba el minuto quince del segundo período. Además los visitantes se habían adueñado del mediocampo y el Pozoblanco parecía estar fuera de combate. Nada más lejos de la realidad en un partido donde la segunda parte fue la más divertida. En la primera no pasó nada. Solo el gol de penalti del Jerez y poco más. Las buenas historias empiezan por el final.