La conocida cara de póquer de Magnus Carlsen, que le ha permitido hacer pinitos en el mundo de la moda, esbozó ayer una sonrisa contagiosa mientras saludaba al público en el hotel Marriot de Chennai, la antigua Madrás, sede del campeonato del mundo de ajedrez. Era la culminación de una carrera iniciada a la edad de 4 años cuando su padre le enseñó a mover las piezas y a derrotar a su hermana mayor.

El joven ajedrecista noruego, que el próximo día 30 cumplirá 23 años, es el número uno del escalafón internacional desde que tiene 19 y sin dudas el mejor jugador desde la retirada del invicto Gari Kasparov en marzo del 2005, pero la manera como ha conquistado el campeonato del mundo, el único reconocimiento que le faltaba, solo está al alcance de los mejores de la historia. Carlsen ha destrozado sin paliativos al poseedor del título, el pentacampeón indio Viswanathan Anand, con un juego seguro, valiente y variado. El maestro británico Nigel Short tuiteó: "Es el fin de una era". Anand, que está a punto de cumplir los 44, empezó a descollar cuando su joven rival aún no había nacido.

E l Mundial, que se ha celebrado las dos últimas semanas en Chennai, ciudad de origen de Anand, concluyó ayer después de que la décima partida terminara en tablas. Ya no hará falta jugar los dos juegos restantes previstos por la organización porque la ventaja es insalvable: 6,5-3,5 (tres victorias para Carlsen y siete tablas). Anand tuvo su gran oportunidad en la novena partida, un juego memorable con un ataque demoledor y tres damas en juego, pero el noruego se defendió impasible y acabó aprovechando un error del rival para imponerse luego de tres horas de lucha.

Un tópico muy repetido dice que la genialidad y el juego intuitivo de Anand, el ajedrecista que saltó a la fama por su velocidad de reflejos, ha sucumbido ante el estilo metódico y sin fisuras de Carlsen, el campeón educado a la estela de los ordenadores. Sin embargo, es una descripción injusta porque, aunque el noruego es ciertamente una enciclopedia en aperturas, los primeros y determinantes movimientos de las partidas, no duda en explorar nuevos caminos y alejarse de lo que en ajedrez se conoce como teoría. Ayer, nuevamente, planteó un juego ambicioso alejado del conservadurismo que se preveía. Y lo ganó. A.M.