Es una mente clarividente. A sus 81 años, Bernie Ecclestone, una de las mayores fortunas de Gran Bretaña, se estruja su diabólico cerebro para que su gran negocio, su pasión, la F-1, crezca como espectáculo. Y ha encontrado en la radio, en las comunicaciones piloto-box, un filón para azuzar a los pilotos, a los jefes, para involucrar a los aficionados en la toma de decisiones. Un día después del GP de Malasia, nadie se acuerda de la lluvia, del toque de Alonso, del desastre de McLaren. Solo se habla de la polémica engendrada por las conversaciones entre los chicos de Red Bull o los de Mercedes.

Obliga, por ejemplo, a que Christian Horner haga público que, en la noche del domingo, mantuvo una charla muy seria con Sebastian Vettel, después de que su tricampeón se saltara a la torera las órdenes del equipo Red Bull. Horner es consciente del incendio que tiene entre sus dos pilotos. "Seamos honestos. Vettel y Webber nunca se han llevado bien, no hay mucha confianza entre ellos, pero lo que no puede faltar es respeto entre nuestros dos pilotos, un gran respeto".

Pero la polémica no hace sino arrancar una sonrisa tras la gafas del Tito Bernie que antes fue piloto, mánager y jefe de equipo. El tipo que cogió una F-1 moribunda en los 70 para hacerla cada año más grande, incluso inmune a las crisis económicas.

Autohebdo

Esta semana, Autohebdo analiza la situación de crisis que ha quedado en el seno del equipo Red Bull de Fórmula 1 tras la polémica victoria de Sebastian Vettel en el Gran Premio de Malasia. Además, acude a Canarias para vivir la tercera prueba del Europeo de Rallyes y primera del Nacional de asfalto, elaborando para la ocasión un completísimo reportaje de 14 páginas.