Cuando todo el mundo crucificaba a Felipe Massa, cuando el brasileño completaba antes del verano pasado todos los récords negativos en la historia de los pilotos de Ferrari, Fernando Alonso salía una y otra vez en su defensa: "Simplemente, está en una mala racha de suerte, de averías, de problemas... Felipe es uno de los mejores pilotos de la parrilla, de los más rápidos. Cuando veo los nombres que salen en las quinielas para sustituirle, me da la risa", dijo al regreso de las vacaciones, en Spa--Francochamps.

Allí, en Bélgica, comenzó el brasileño su reacción. "Dejé de tener en cuenta lo que se decía de mí, me rodee de mi familia y me centré en mí mismo", dijo como explicación de su terapia que, dicen, incluyó un psicólogo deportivo. Y, de forma increíble, el piloto timorato, tendente a los errores y protestón recuperó su esencia, la que le llevó a casi ganar el título en el 2008, al Massa de antes del accidente en Hungría 2009.

De esa esencia siempre ha destacado su velocidad a una vuelta. Y no tardó en demostrarlo. Fue más rápido que Alonso en las dos últimas carreras del año pasado y lo ha sido en las dos primeras del 2013. Claro que para comparar a Massa y Alonso con precisión, habría que medirlos con el mismo coche, exacto. Y eso no es posible. Ferrari puso en el monoplaza de Alonso --y no en el de Massa-- evoluciones que no funcionaban el año pasado por falta de correlación en el túnel. Y ambos optan por reglajes que no son idénticos, lo que esta temporada es crucial en vista de la fragilidad de los neumáticos. "Con esta degradación y la posibilidad de lluvia, la parrilla es menos importante", aseguró Alonso tras ser tercero por detrás de Vettel y Massa ayer sobre una pista mojada. ¿Massa? No le preocupa mucho. "Llevo 27 años en el automovilismo compitiendo muy duro, también los tres últimos con Felipe. Hemos estado más cerca de lo que la gente creía. Cuanto más igualados estemos, mejor para el equipo, mejor para compartir datos, para trabajar juntos, mejor para sacar lo mejor de nosotros".