Tito Vilanova le pidió a David Villa que tuviera paciencia. Que llegaría su momento. Que no se fuera en el mercado de invierno. Que aguantara. Y el Guaje, tipo disciplinado, tanto en el campo (pocas estrellas de su nivel habrían admitido sin quejarse su papel en la banda izquierda) como fuera, decidió esperar. Primero a que pasaran esos "problemillas físicos", como él suele decir, "el tobillo, los isquios, el cólico" , que no le dejaron vivir tranquilo después de padecer un largo año de ausencia por la fractura de la tibia izquierda en Japón (diciembre del 2011).

En el momento cumbre de la temporada, con el Milan apretando la soga al cuello del Barça tras tres semanas de dudas y angustia, Tito devolvió a Villa a su hábitat natural ("al acercarme al área todo es más sencillo", admite) y el equipo sufrió un electrochoque, recuperando viejas sensaciones. Messi sonrió porque no está solo en el ataque y el Guaje, tras siete meses de espera, halló su premio. Villa se siente, al fin, Villa.

No solo por los dos goles que ha marcado en apenas cinco días (uno al Milan, el 3-0 que abría definitivamente las puertas de los cuartos de final de la Champions, y otro al Rayo) sino porque Villa se ha reencontrado con Villa. No hay mejor noticia para Messi, el primero que alzó la voz reclamando un sitio para él en el equipo, ni tampoco para el Barça, que ha recuperado a su segunda arma más valiosa en una fase clave de la temporada.

"Estoy feliz de llegar a este tramo haciendo goles, jugando muchos minutos. ¿Messi? Se demuestra en el campo, valen más las imágenes que las palabras", argumentó feliz porque tras conectar con Leo ha vuelto a su hogar. "Estoy muy a gusto jugando en la banda, pero toda mi vida he jugado de nueve". dice.