Hace menos de un año falleció Manuel Fernández Fernández, más conocido como Pahiño, el legendario delantero del Celta que se hizo grande marcando goles allí donde iba. Tenía 89 años y se le recordaba por su contundencia ofensiva en la década de los 40 y los 50, transformado en una figura con el Celta, después con el Madrid y luego en el Deportivo antes de retirarse en el Granada. Fue pichichi en dos ocasiones en la Liga (en 1948 con el Celta, con 20 goles, y en 1952 con el Madrid, con 28 tantos) y dejó un registro para la historia: 210 goles en 278 partidos de Liga (0,76 por encuentro).

A esa leyenda del fútbol español, olvidada por el paso del tiempo, rescató, aunque sea por unos segundos, anoche Leo Messi. Con su primer gol al Rayo igualó a Pahiño en la clasificación histórica de la Liga sumando también 210 goles, pero en 36 partidos menos. Lleva 242 encuentros, prueba de su fiereza como goleador que ha ido devorando viejos récords enterrados por el paso de los años. Hasta que llegó el "monstruo", como lo calificó Adriano Galliani, el vicepresidente del Milan.

César, Pelé, Müller...

Hace tiempo que Messi no entiende de recuerdos. Ni de goleadores del siglo pasado. A su silenciosa manera, sin mirar a nadie, la estrella ha ido superando récords con tal naturalidad que no se le adivina límite alguno. A su paso por la Liga (suma 42 goles en esta en 28 jornadas, algo nunca visto antes, como esa increíble racha de 18 jornadas consecutivas anotando) ha ido colocando en el escaparate de sus piezas a tipos tan ilustres y queridos como César (el máximo goleador de la historia del Barça), a Pelé (a quien superó con sus registros) y al Torpedo Müller, a quien arrebató el récord de goles en un año natural.

Goles messiánicos

Anoche, Messi terminó de capitán tras el cambio de Thiago por Iniesta, que abandonó el estadio dándose besitos con la estrella. No estaba Puyol, aún en la clínica tras ser operado por sorpresa en la noche del viernes; tampoco Xavi, cuyos problemas musculares tienen en vilo al barcelonismo; ni siquiera Valdés, sancionado. Se fue Iniesta y Messi acabó con el brazalete jugando un partido casi perfecto, a pesar de los resbalones, dejando una hermosa falta estrellada en el larguero antes de crear dos goles muy messiánicos.

Antes, eso sí, fue generoso con Villa en el 1-0 con un hermoso caño previo. Después, el Guaje le devolvió el regalo dos veces. En el primero, conectó al instante con un seco disparo y en el segundo, con el que superó a Pahiño, ese goleador nacido de la posguerra, que empezó jugando en la playa, firmó un gol sublime. Muy de Messi.