Qué menos que dar el beneficio de la duda a un equipo que por segundo año consecutivo está peleando de verdad por subir a Primera División, hablando claro, sin caer en tópicos ni objetivos fáciles y conformistas, dejando atrás el discurso pequeño de los 50 puntos de la salvación.

Qué menos que darle algo de tiempo --y por qué no de cariño-- a un proyecto cuyo único objetivo es devolver al Córdoba entre los grandes, 41 años después. No es utópico ni descabellado, aunque sí complicado. Lo cierto es que, a pesar de los pesares, de esta última racha tan nefasta --antaño habitual-- el Córdoba sigue en la pelea y pase lo que pase, habrá ofrecido otro año ilusionante; insisto, por segunda campaña seguida. Este equipo ha permitido ver al Barcelona en El Arcángel tras muchas décadas, ha permitido que el aficionado cordobesista pueda mirar hacia arriba. El Córdoba está a seis puntos de conseguir los 50, el objetivo más deseado durante las últimas temporadas. Si hoy nadie ha caído en ello, nadie piensa en esta cifra sino simplemente como una marca que hay que pasar para llegar a los 60 y luego a los 70, es por un cambio de mentalidad. Es de agradecer.

No es bueno mirar al pasado, pero a veces conviene hacerlo para recordar quiénes somos y de dónde venimos. El Córdoba se ha instalado, de repente, en la parte noble de la categoría. Quizá no consiga subir, pero al menos está brindando ilusión, que no es poco. Creo que más que suficiente para que al menos su público aguante sentado los 90 minutos, disfrutando de una goleada al segundo clasificado, sin dejar la grada vacía, al amparo de la afición visitante.