Desde el primer minuto. Fue fichado para la banda derecha en el verano del 2010, pero el técnico del momento, Lucas Alcaraz, lo veía como delantero. Ya entonces fue motivo de alguna tensión dentro del club en lo que iba a ser una línea continua un tanto guadiánica. Comenzó bien esa temporada, pero una expulsión prematura contra el filial amarillo decidió a Alcaraz a sentarlo algún partido más que el propio de sanción. Con todo, Charles demostró desde ese momento su dureza mental, su espíritu competitivo sobre el césped, un perfil más propio del clásico argentino que del estilismo brasileño que se le podía presuponer.

Terminó la temporada con 15 goles y convirtiéndose en un ídolo para la afición. El nuevo presidente, nada más llegar, pudo venderlo a su actual club cuando apenas quedaban dos días para el cierre de mercado del verano. Pero tanto los de traje y corbata como los técnicos apostaron por su continuidad para luchar por su renovación. Al final, ni lo uno ni lo otro. La continuidad no la tuvo en cuanto se lesionó en diciembre y, justo cuando reaparecía ante el Elche, Albacar le partía la mandíbula. La temporada estuvo marcada por esas dos lesiones que le impidieron rendir a buen nivel a pesar de la apuesta insistente de Jémez. Los múltiples contactos para que continuase en blanco y verde resultaron baldíos. El Almería podía ofrecerle mayor margen económico y también deportivo y lo tenía en la agenda desde la etapa de Alcaraz.

Hoy regresa a El Arcángel tras dos años algo convulsos en los que, con todo, fue feliz. Llega como máximo goleador y ha demostrado, como hizo y hará en El Arcángel (no lo duden) su alma canchera . No celebrará el gol, pero lo buscará por todos los medios.