Los compañeros de El Periódico del Mediterráneo desvelaban en esta misma semana cómo se podía apreciar una bajada de peso considerable en la mayoría de los miembros del plantel del submarino amarillo . Marcelino García Toral, con el que ya trabajó en el pasado el jefe de los servicios médicos del Córdoba, Javier Bejarano, ha impuesto una estricta dieta a los futbolistas del Villarreal. En muchos viajes del Córdoba se puede presenciar la misma escena: el delegado, Carmelo Salas, o algún que otro empleado de la entidad blanquiverde, se acercan al autobús oficial con un cargamento considerable de pizzas y bebidas. El entrenador asturiano, con la supervisión de un dietista, ha eliminado por completo ese menú post-partido.

De hecho, esta semana aún trabajan aparte veteranos como Marcos Senna, Uche o Farinós. En el caso de este último no es por rebajar peso, sino para ganar en masa muscular. Los porteros tienen menos hidratos de carbono en su dieta al ser su desgaste mucho menor que el de un jugador de campo. Donde antes había pan blanco, ahora solo hay pan de centeno. Donde antes había pesaje semanal, ahora lo hay diario con una supervisión quincenal para comprobar el porcentaje de grasa. Según fuentes del club amarillo la media de descenso en el peso por cada jugador es de unos tres kilos desde la llegada del nuevo técnico, hace apenas mes y medio. De hecho, aseguran que Cavenaghi, que estuvo bajo sus órdenes dos semanas antes de regresar a su país había perdido esos tres kilos.

"Todo lo que sea sumar viene bien. Nos dicen el peso que debemos tener, pero no es para tocar las narices sino para aumentar el rendimiento", asegura Juan Carlos, portero del equipo, que admite que "todos hemos bajado algún kilito y los resultados están ahí. Todo ayuda para estar al 100%, la dieta y el trabajo en los entrenamientos. Hemos crecido mucho, así que seguiremos con las pechuguitas de pollo", aseguraba con humor.

Instalaciones

El control está favorecido por la ciudad deportiva de Miralcamp, un modelo a seguir y centro neurálgico del equipo y de las categorías base, en donde todos se sientan en la misma mesa a comer varios días a la semana. El presupuesto del submarino , de varias decenas de millones de euros, favorece cualquier exigencia de los técnicos.

Más frutas y verduras, menos fritos y salsas, también menos queso y un control exhaustivo que ha estilizado la figura de muchos de ellos, pero que aún no se ha traducido en producción de puntos.