La noche en que Cristiano Ronaldo eclipsó a Messi. Y en su casa. Dentro de unos años, cuando científicos, analistas y expertos rastreen de forma curiosa en la tomentosa derrota del Barça tendrán una explicación bien sencilla. Messi, 0, Cristiano Ronaldo, 2. Tan simple y, a la vez, tan doloroso para la estrella azulgrana porque no se encontró en ningún momento del partido. Pareció que la jaula que ideó Allegri en San Siro tenía una fotocopia reservada para el clásico de Copa. Tal cual. Ni un solo disparo de Messi a la portería de Diego López en 90 minutos. Dos en la primera parte, ambos fuera.

Cristiano, en cambio, le ganó en goles (2), en velocidad (cabalgó por la pradera del Camp Nou como si fuera su casa), en disparos (9 realizó), en tiros a puerta (6). ¿Y Messi? Ni se le vio, Solo al inicio con dos disparos que se marcharon fuera. ¿Luego? La nada. Y CR7 festejó a lo grande su primer gol. Como lo merecía. Primer disparo del Madrid, primer tanto. Algo que ya es tradición en la defensa del Barça, incapaz de sellar su portería, da igual quien juegue. Sea Valdés, el titular, o Pinto, el portero de la Copa.

Y eso que Cristiano abandonó la banda izquierda, donde Alves lo había encerrado para irse a la derecha, jugando de único delantero del Madrid, encarando a Piqué, al que hizo recular en el área hasta que le forzó el penalti cuando no se llevaba ni un cuarto de hora de clásico. Pitado el penalti, entre la multitudinaria protesta del Camp Nou y de los jugadores del Barça, Pinto se puso a charlar con Cristiano, como si fuera Martí, aquel jugador del Mallorca al que desquició de tanto hablar y le permitió parar un penalti clave para que el equipo de Guardiola ganara la primera Copa en Mestalla. Pero Cristiano es Cristiano. Y no se puso nervioso. Tiró a la derecha de Pinto, mientras el meta, que estrenaba trenzas, se fue a su izquierda.

Una racha sensacional

Cristiano Ronaldo, que consiguió una racha sensacional (siete goles en los últimos seis clásicos del Camp Nou), se arrodilló delante de la tribuna. A partir de aquí, se envalentonó. Disparó desde todos los lugares del campo. En 35 minutos, 5 tiros, dos parados por el meta Pinto. Mientras Alexis, que fue titular ante el Sevilla, era enviado a la grada como retrato de su grave declive en el equipo, Cristiano se guarbada otro el gol, el segundo, el definitivo, para silenciar al Camp Nou. Una cabalgada de Di Maria que sentó a Puyol en el área de Pinto y el rechace que cayó de nuevo a los pies de CR7. Siempre en el sitio contrario donde se le espera. De nuevo, por la banda derecha. como si supiera que la banda de Jordi Alba era la más débil. Ocho goles en seis clásicos y su noche más perfecta.