Salió vivo el Málaga del estadio Do Dragao después de una noche de miseria, en la que no se pareció en nada al equipo que deslumbró a Europa en la primera fase de la Liga de Campeones. Aguantó al menos con mucha seriedad defensiva para impedir que el Oporto alcanzase un triunfo mucho más amplio que el que le dio Moutinho al batir en la segunda parte a Caballero con un remate en posición clara de fuera de juego.

Pese a la trayectoria inmaculada que le avalaba, el equipo de Pellegrini compareció excesivamente retraído para encarar al campeón portugués. Una actitud insospechada en un equipo que se encontraba ante la cita más trascendente de su historia. Llegaba sin haber perdido un solo partido y se trataba de demostrar al Oporto que su intención es seguir progresando hasta alcanzar un sueño mayor aún. No era cuestión de tomarse el choque sin las debidas precauciones, pero tampoco era conveniente renunciar a cualquier posibilidad de asustar a la mínima ocasión que se presentase, teniendo como tiene jugadores contrastados para hacerlo.

SIN RESPUESTA Claro que una cosa es cautela y otra dejarse arrollar, que fue lo que hizo el Málaga en el primer tiempo, sin llevar a cabo siquiera un amago de respuesta. La presión y el alto ritmo impuesto por el conjunto portugués aturdieron al equipo andaluz, que al menos estuvo muy atento en defensa para que ni el colombiano Jackson Martínez ni el ruso Izmailov quebraran el equilibrio en el marcador antes del descanso. Dos cruces provindenciales de Sergio Sánchez y uno de Antunes evitaron que Caballero tuviera que recoger el balón del fondo de su red antes del intermedio, al que se llegó sin que el cuadro andaluz rematase una sola vez, ni dentro ni fuera de los tres palos. Después, tampoco.

Nervios, precipitación y pérdidas continuas en posiciones de alto riesgo fueron la tónica por parte de los malaguistas, sin atinar a enlazar dos pases seguidos ni encontrar a nadie que fuese capaz de dar algún sentido a las escasísimas opciones de salir con peligro hacia el área portuguesa.

En ese sentido, resultó especialmente triste el papel de Isco, a quien no le dieron ni un respiro. Solo se dejó ver para sacar una falta con cierto peligro para la defensa de los dragones que no encontró rematador. Fue en el tramo inicial del segundo tiempo y no constituyó el cambio de rumbo esperado en la orientación del partido.

El Oporto siguió a lo suyo, sin bajar un pizca las revoluciones y Izmailov tuvo la ocasión de batir por primera vez a Caballero. Encontró una posición ideal para rematar el pase de Varela, pero cruzó demasiado. No falló poco después Moutinho para aprovechar un gran servicio de Sandro entre los centrales, aunque en posición de fuera de juego.