E Barça enseñó anoche que anda también sobrado de coraje. Goles y bemoles en dosis parecidas le permitieron superar una noche que pintó fea en muchas fases y que le obligaba a un ejercicio de esplendor. No falló el campeón en la competición que defiende, la que más ha prestigiado en su récord de conquistas. Hizo todo lo que necesitó y lo que le demandaron las circunstancias para seguir vivo e interrumpir un breve episodio de dos partidos sin ganar.

Llegado el momento cumbre de la Copa, los entrenadores redujeron las rotaciones a la mínima expresión. Y en la misma dosis: solo cambiaron los porteros. Roura repitió el once de Vilanova que venció en La Rosaleda hace 10 días, con la salvedad de la entrada de Pinto. Necesitaba tres goles como entonces, y le sobró uno. Con los titulares volvió a ser infinitamente superior el Barça. El Málaga apretó arriba para dificultar el entrejuego de los azulgranas.

El Barça perdió el punto de precisión imprescindible cuando en los últimos metros el acierto de un pase se mide por milímetros. El Málaga también se adaptó antes y mejor a la presencia del lamentable Mateu Lahoz, que tolera hasta lo intolerable hasta pervertir el reglamento. Frágiles en lo físico, los azulgranas mantuvieron la compostura, curtidos ya en todo tipo de inconvenientes. Con paciencia procuraron no despistarse de la misión que tenían, que pasaba por crear y crear. Pese a los empujones, pese a los resbalones, pese a los desaciertos, siempre con la mirada al frente y tratando de no perder el hilo para zurzir el roto de la ida.

No cambió el Barça nada de su partitura conocida ni buscó alternativas que supusieran una variación sustancial en las combinaciones habituales por la zona central del campo. De las incursiones de Alves solo se aprovecharon la primera y la última, las únicas en las que centró con lucidez y pausa; por la izquierda apenas se estiró Alba, sin espacios ante la presencia de Cesc e Iniesta, que estrelló un remate en el larguero, sirvió el 1-2 a Piqué y anotó el 2-3 con pinta de definitivo.

Todo quedó confiado al talento de cada uno, próximo al infinito en la mayoría. Empezando por Iniesta y acabando con Messi, aplaudido por su resistencia a las tarascadas que trataron de interrumpir sus carreras. No dejó ninguna acción para la videoteca pero los defensas vivieron una película de terror con él. Roura le sustituyó: una noticia que quedó eclipsada por la bestial actuación colectiva.

El Barça tuvo que jugar siempre con mucha intensidad. La experiencia vivida en el primer tiempo con el rápido gol de Joaquín ayudó tras el gol de Piqué. El equipo quiso disfrutar más de esa preciosa renta. Conservó más la pelota y defendió mejor al cerrar los espacios. Solo concedió una ocasión, pero se vio obligado a marcar tres en un último esfuerzo. El definitivo para meterse en semifinales, donde le espera el Madrid.