Real Sociedad: Zubikarai; Estrada, Mikel González, Iñigo Martínez, José Ángel; Illarramendi (Ifrán, min. 68), Rubén Pardo, Zurutuza (Xabi Prieto, min. 49); Griezmann (Vela, min. 77), Chory Castro y Agirretxe.

Córdoba: Saizar; Fuentes, Gaspar, Fernández, Kiko; López Garay, Caballero (Alberto, min. 75); Dubarbier; López Silva (Cristian, min. 68), Patiño (Vico, min. 80) y Abel.

Goles: 1-0, min. 20: Griezmann. 1-1, min. 65: Kiko. 1-2, min. 72: Dubarbier. 2-2, min. 84: Agirretxe.

Árbitro: Ayza Gámez (Valencia). Tarjeta amarilla José Ángel, Fernández y a Caballero.

Incidencias: Partido de vuelta de los dieciseisavos de final de Copa del Rey. 17.000 aficionados en Anoeta. Se guardó un mkinuto de silencio por el padre del blanquiverde Enzo Renella.

LA CRÓNICA

Eran las 21.20 horas del 27 de noviembre del 2012. Ayza Gómez, árbitro del partido y nada amigo de los visitantes, pitaba el final de un encuentro que ya es histórico para el Córdoba CF, para este Córdoba de Berges que posiblemente merezca más cariño del que ha recibido hasta ahora. Mimo, no fe y convicción en sus posibilidades, que sí que existen. Un Córdoba que, con el hito histórico que logró en Anoeta anoche, bien se merece el comentario clásico que expresa su partido: el conjunto blanquiverse se batió el cobre sobre el césped vasco. Los de Berges soportaron los chaparrones, tanto los que le venían desde el cielo como los que impuso la Real Sociedad (un Primera, hay que insistir en el dato) en el terreno de juego, principalmente en los 45 minutos iniciales y en el primer cuarto de hora de la segunda parte. Luego, los donostiarras empezaron a dar muestras de flaqueza y el Córdoba se dispuso a tirar de sus mejores hombres y argumentos para asestar dos cortes certeros, con precisión de neurocirujano, en forma de goles y provocar así la bajada de brazos de la Real Sociedad y, lo más importante, el bloqueo de las piernas de sus hombres.

Y para ello, los de Berges tuvieron que tirar de todos sus argumentos. Los físicos, los mentales, los pícaros (pérdidas de tiempo incluidas) y también, cómo no, los individuales: Mikel Saizar, sosteniendo al equipo para mantenerlo dentro de la eliminatoria; Abel Gómez, realizando su mejor encuentro en blanco y verde (ayer, como salmorejo mecánico ); Patiño, pegándose con todo lo que vestía de blanco y azul y también con Ayza, que se hizo el sueco en un claro penalti de Zubikarai; Caballero, intentando poner pausa y melodía en la tamborrada en la que la Real había convertido la primera mitad; Fuentes, sufriendo con Griezmann... En fin, sería injusto individualizar a todos, pero más allá de errores o aciertos de unos y otros dos destacaron sobre los demás por lo histórico de sus goles: Kiko Olivas y Dubarbier. El primero, cabeceó una falta lateral lanzada con maestría por Abel, y el segundo, aprovechó un pase desde la otra banda de Cristian. El argentino mató el balón, a Zubikarai, el partido y la eliminatoria (si no estaba ya muerta).

Antes de eso, lo que se esperaba, tanto desde fuera como por parte del propio Berges, de ahí su apuesta por cuatro en el medio campo, un solo punta y jugársela con Kiko Olivas en el centro de la defensa y con Abel Gómez de mediapunta. Y acertó el campeón olímpico. La Real Sociedad salió a rebato en el primer tiempo, principalmente en la media hora inicial, y el Córdoba lo aguantó como bien podía respaldado con un inconmensurable Mikel Saizar. El conjunto blanquiverde nunca le perdió la cara al partido pero la Real anotó, a pesar de su empuje, de la única manera que pudo hacerlo: en clarísimo fuera de juego y con el Córdoba momentáneamente con uno menos al estar Fernández en la banda con un corte en la ceja. Anoeta rugía como si acogiera un lleno de reventón, pero ese 1-0 a cargo de Griezmann de cabeza (min. 21), provocó nervios en los cordobesistas. O en algunos de ellos. Tres pérdidas consecutivas arrojaron sendas ocasiones para los locales. Como única pega quizás se echó en falta en esos momentos unos pasos adelante de los veteranos, de los expertos, de los que tienen muescas en las botas de tanto y tanto vivido. Pero era complicado, hay que reconocerlo. El descanso le dio una leve tregua al Córdoba que aprovecharía con una eficacia y solvencia que, hay que recordarlo, también se vio en El Toralín. El porcentaje de acierto del Córdoba fue inversamente proporcional al decaimiento donostiarra, que comenzó la segunda mitad con las mismas ideas del primer acto, pero el fuelle tenía mucho menos aire. Así, al cuarto de hora del segundo acto se le veían intenciones al Córdoba de aplicar el bisturí, pero unas veces por la soledad de Abel rodeado de contrarios, y otras porque Patiño tenía aún menos aire que sus rivales, las opciones morían.

Sin embargo, en una falta lateral tocada con la calidad que tiene Abel Gómez era rematada de cabeza por Kiko Olivas y Anoeta pasó de vivir lo que parecía una edición extra de la Semana Grande a convertirse en la sala de un tanatorio. Los familiares y allegados pasaron a desfilar hacia la puerta, algunos se acordaron justo en ese momento del presidente, solicitándole la dimisión y, mientras, el Córdoba se encargó de rematar, por si el muerto solo estaba moribundo. Cristian, en la banda derecha, mandó un balón largo a Dubarbier, en la izquierda y al borde del área. El argentino se dejó el esférico pegado a la bota, avanzó pocos metros y fusiló a Zubikarai. El gol de Agirretxe, a poco del final, fue anécdota.

El Córdoba, por segundo año consecutivo, lograba un hito histórico. Hace unos meses, jugar unas eliminatorias de ascenso a la máxima categoría del fútbol español. Anoche, eliminar a un Primera para recibir al que muchos (si no todos) tildan como el mejor equipo de la historia. Los desplazados (honor a ellos también, porque respondieron en la misma medida en que lo hizo el equipo) lo cantaban al final de un encuentro que ya es histórico porque el fútbol y un equipo de altísimo nivel llegan a Córdoba 41 años después: "¡A por el Barça, oé!".