Todo empezó en mayo del 68. Fue entonces cuando empezó a gestarse la auténtica revolución del motociclismo español. Aquel mes, un tipo menudo, que no estaba en la lista de favoritos, se coló con su juguetona Bultaco TSS125, que ni siquiera era oficial, en lo más alto del podio de la montaña de Montjuïc. Fue así, en plan pillo, como Salvador Cañellas se convirtió en el primer español en ganar un gran premio del Mundial. Y, luego, un año después, la revolución parió su primer gran campeón, Angel Nieto, que se coronó en el Gran Premio de Irlanda con su bala roja, con su Derbi de 50cc filigranera, artesanal, como primer español que ganaba un título mundial.

DOS PILOTOS INTELIGENTES Ahora, junto al mar australiano, que no era Mediterráneo, pero casi, allá lejos, un muchacho atrevido de 19 años, Marc Márquez, y un veterano gladiador, curtido en mil batallas, de 25 años, Jorge Lorenzo, decidieron coronarse otra vez campeones del mundo de Moto2 y MotoGP gracias a sus habilidades, listeza y, sobre todo, renta. Y de esa manera, mientras dejaban escapar a los necesitados de últimas victorias y veían relamerse sus heridas a los que decidieron añadirse tarde al festín, Márquez y Lorenzo, Lorenzo y Márquez, dieron a la armada invencible, esta sí, los títulos mundiales 37º y 38º, esos que acercan un poco más a España (catalán y mallorquín, ¡vaya detalle!, pasearon la bandera española por Phillip Island, a lo grande) a la marca de Gran Bretaña (52) e Italia (75), que ya no parece tan lejos, sobre todo viendo que los jabatos españoles siguen hambrientos.

El tamaño de estos dos viejos-nuevos campeones se mide, cómo no, por la envergadura y apuesta de sus rivales, de sus enemigos íntimos. Es evidente que viendo las cuentas de Márquez (13 podios, 8 victorias, 2 segundos y un tercero) y Lorenzo (15 podios, 6 victorias y 10 segundos) era difícil que se les escapase la corona. Pero, ni por esas, Pol Espargaró y Dani Pedrosa lanzaron la toalla. Más bien al contrario. Polyccio aún está corriendo para ver si vuelve a ganar, el próximo 11 de noviembre, en la traca final de Valencia. Y Pedrosa se levantó nada más caerse, se notó sano (herido pero sano), se sacudió el polvo y prometió cerrar el año con otra victoria en Cheste. Márquez y Lorenzo los contemplaban con la cabeza coronada de laurel y el botellón de cava en las manos. Pero esos dos perdedores han sido, también, enormes y dan valor a lo conquistado.

Con una renta de 39 puntos para Marc y de 43 para Jorge, cuando solo quedan 25 puntos en juego, todos pueden tomarse el fin de semana de Valencia como el fin de otro inicio, el que el año que viene volverá a convertirlos en los principales favoritos a todos los títulos grandes. Porque no deja de ser curioso, o sí, que justo cuando la armada decide protagonizar solo grandes batallas, el motociclismo español lleve dos grandes premios consecutivos (Malasia y Australia) sin colocar a ninguno de sus niños prodigio en el podio de Moto3, la pequeña cilindrada, cosa que no ocurría desde Malasia 2008. Lo que significa que lo que empezó con Cañellas y Nieto con aquellas tacitas de café se ha convertido en la mejor generación jamás parida de pilotos.

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