Mientras que el palco de El Arcángel continúa perdiendo fieles al canapé y adeptos a la copa por la patilla, en las gradas se vive otra cosa. Más de 11.000 seguidores a unos colores, a un equipo, incluso a una forma de vivir, contrapuesta a los que también acudieron con la camiseta blanca. Son los creyentes en blanco y verde. Los que incluso con partido en la TV en abierto se comieron el arroz (o lo que tocara) a cogotazo porque "había que estar", como decía el profesor Sedano. "Vengo de Antequera, de una reunión del colegio de entrenadores, sin comer, pero había que estar". Saludó a Lucas Alcaraz y a Rafael Rodríguez Rafita y buscó acomodo para contemplar el juego de sus hombres ardilla, sus medias cuñitas ofensivas y su hombre ancla y explicarlo luego en Por la escuadra , el programa presentado por Rafael Peralbo en Una Mezquita, mañana lunes a la noche.

Ni más ni menos que los ojeadores que también acudieron a ver al equipo. De la Real Sociedad, preparando el próximo enfrentamiento copero, último escalón para enfrentarse al Barcelona de Messi, del Betis, y hasta de cierto equipo inglés. Rumores de que venían a ver a Fernández. Rafita no sabe, no contesta, lo que en un agente de jugadores nunca se sabe si es bueno o malo. En todo caso, el canterano se marcó un partidazo. Pero no estaba ahí el problema.

"No le hacemos un gol a nadie", comentaba un veterano seguidor en la grada. "¿Qué le hace falta a este equipo para hacer un gol?", se preguntaba otro con no menos experiencia. Hasta con algunos reproches y críticas (más constructivas que otra cosa, en contra de lo que pueda parecer), a la gente se la veía con el equipo. El aplauso al descanso fue una de las demostraciones.

Y después de hora y media, con el arroz todavía en las papilas gustativas aunque con un regusto amargo, llegó el postre, algo tardío pero con un sabor dulcísimo: un bienmesabe elaborado por Patiño. Y tras el mismo, la explosión. "Si es que no podía ser, tenía que llegar", comentaba uno de ellos. Entre el júbilo volvieron a resonar cánticos de "volveremos" y, con el pitido final, ovación de gala y gritos de "Córdoba, Córdoba". Fue la fiesta de los que siguieron a su corazón, la verdad a fin de cuentas. La fiesta de los creyentes.