Si cualquier equipo se encuentra definido ya al mes de competición, mal asunto. En los últimos años se ha asistido en la Segunda División a comienzos fulgurantes finalizados con peleas por no caer al pozo de la Segunda B, así como a inicios más que dubitativos (el año pasado el propio Deportivo, el Alcorcón; el año anterior, el Elche y el Granada) con finales cumpliendo objetivos o superándolos, incluso.

De hecho, en el caso del Córdoba ya ha dado muestras Berges de que busca tapar vías que se le han abierto. En el centro de la defensa y en la delantera, principalmente. Si logra atajar esas dos goteras si podrá preocuparse plenamente en evolucionar un equipo que en todo caso ha dado pasos desde su debut en Murcia. Pero para que estos abarquen más espacio antes deberá apuntalar esa columna vertebral que se le ha tambaleado casi desde el inicio.

Fijarse en un cambio y no en los otros 17 realizados en las seis jornadas para definir una idea sería como afirmar que Berges es más entrenador de ataque con toque de corneta porque en una jornada concreta introdujo a Fede Vico por Tena. Más allá de conceptos, la victoria se hacía fundamental ante el Girona. Imprescindible. No solo por el calendario que se avecina, sino porque después de dos derrotas consecutivas quien no tenga presión por revertir la situación, simplemente, no puede competir. Si no, que se lo pregunten a Juan Carlos Mandiá, última víctima de los resultados que son los que ponen y quitan entrenadores, no el juego.

Y hablando de presión. La crítica más profunda en los últimos años (con una excepción) alrededor del club y del equipo fue, precisamente, la ausencia de presión, el conformismo, la autocomplacencia, el objetivo facilón de los 50 puntos. Se dio la bienvenida a la presión como el ingrediente supremo que hacía falta al club de El Arcángel para lograr cotas más altas. Así que habrá que decidirse sobre presión sí o presión no, definirse. El equipo lo hará a lo largo del campeonato.