El messías tuvo que aparecer otra vez para rescatar al Barça de un grave tropiezo. Igual no habría pasado de un sofocón, si el grupo transcurre en los parámetros de la lógica, pero el salvador evitó las especulaciones. Otro doblete -el cuarto en siete partidos, poca broma- envió al limbo la cháchara y mandó a Unai Emery de vuelta a Moscú con el complejo aumentado. Siete visitas como entrenador al Camp Nou, siete derrotas.

Leo falló en el último partido de la Champions del año pasado, pero Messi apareció en la inauguración de la nueva temporada. Añorado aquel día, reapareció a lo grande cuando la función se asemejaba peligrosamente a la contemplada frente al Chelsea: con el marcador en contra, con once jugadores rivales defendiendo en 35 metros, y con los azulgranas moviendo el balón de lado a lado con la paciencia impropia que demandaba la crítica situación. Messi marcó y socorrió al Barça. Las portadas serán para él, pero el triunfo del astro, autosuficiente como nadie, llegó gracias a una enorme jugada de Tello (autor del 1-0) y un centro milimétrico de Alexis, que advirtió la pequeñez de Messi entre dos centrales rusos para colocarle la pelota en la cabeza.

EL TROPIEZO DE ALVES Saldrá Messi en primera página y podría haber salido Alves. Habría personificado el hipotético tropiezo. El defensa se enredó al intentar despejar un centro y batió a Valdés, echando por tierra el tanto de Tello. Sin chutar a portería, lo hizo Alves en su nombre, el Spartak se encontró con el empate que solo mereció en el saque inicial. Luego se adelantó mediante una buena jugada, con el Barça pasando un prematuro desquiciamiento. Una sensación de dejá vu conocida. Precisamente ante el Madrid en la Supercopa, cuando un remate fallido en el área ajena -de Messi, otra vez- acabó con un gol en la portería de Valdés.

Aparecieron todos los fantasmas. A nadie escapaba, seguramente tampoco a los jugadores, el amargo recuerdo del Chelsea, Ni tampoco uno mucho más reciente: el del Madrid del día anterior en el Bernabéu, que se encontró con un inesperado 1-2 frente al City. La gran diferencia residió en que el Barça tenía media hora por delante.

EL MANUAL DEL 3-4-3 Tito tiró por la tremenda. Cuando comprobó que el equipo requería más que un retoque un zaradeo, retiró a Alves y colocó a Alexis. No hizo solo un cambio: suprimió un defensa y colocó un delantero que alargara al campo y diera la profundidad indispensable al equipo, demasiado alejado del área. El manual del 3-4-3 de Cruyff, tantas veces releído con Guardiola, el arrojo ya visto en el Camp Nou, desconocido en el Bernabéu.

Y eso que alguien podría reprochar a Tito que jugara ayer con un trivote; debería interpretarse como una broma o como una forma de desmerecerle para situarle a la altura de Mourinho. La analogía no puede ir más allá. El portugués empleó esos tres mediocentros (Alonso, Khedira, Essien) para organizar el juego, protegidos todos ellos por dos centrales -una chaqueta metálica de cinco armarios, con perdón-, mientras que Vilanova reutilizó a dos (Mascherano y Song) de defensas, con Busquets por delante. Más dos interiores y tres delanteros.

SONG, DE CENTRAL Song jugó de central porque la colección de desgracias no había empezado con el autogol de Alves, sino antes, con el primer disparo a portería. De Piqué, en un córner. Se lesionó y tuvo que ser sustituido minutos después, mientras Vilanova deshojaba la margarita: Song o Bartra, Song o Bartra.