Ronaldo evitó una dura sentencia del Bernabéu a un Madrid al que su entrenador estuvo a punto de condenar con una pizarra plagada de borrones. Castigó a Ramos y a zil por la derrota de Sevilla y dispuso un trivote, con lo que se apuntó otro de esos golpes de efecto más autoritario que buscando réditos deportivos. Tuvo suerte porque el City tiró medio tiempo y porque su equipo igualó los tantos de Dzeko y Kolarov y Cristiano marcó el gol del triunfo en el minuto 90. Un alivio para un Madrid muy tocado.

Ante la duda de si había o no equipo para encarar el primer partido de Champions, a Mourinho no se le ocurrió otra cosa que inventarse uno. Más que a revolución, lo suyo sonaba a provocación, a un pulso contra el mundo. El joven Varane, inédito desde la pasada temporada, ocupaba el puesto de Ramos. Por delante de él aparecía un trivote, sí, un trivote en el Bernabéu, con Khedira, Alonso y Essien, que debutaba después de muchos meses sin jugar en el Chelsea. El camerunés, al que se le vio muy verde, ocupó el puesto de zil, el otro señalado de Sevilla.

A más de uno todo eso le parecía una forma de pedir el finiquito por parte de Mou, pero el técnico portugués tuvo fortuna porque se encontró un rival con cara de rico, pero sin ninguna jerarquía en lo futbolístico. El City fue una ruina en la primera mitad, en que apenas se pudo ver a Yayá Touré y a Silva.

Ni siquiera eso hizo cambiar el triste dibujo de Mourinho, que mantuvo el trivote tras el descanso. Antes, Cristiano decidió echarse el equipo a la espalda, pero se topó con un extraordinario Hart, el mejor del City. El meta sacó una mano prodigiosa a un disparo de Cristiano (m. 8) y repitió cuatro minutos después.

El choque comenzó a moverse entre las buenas intenciones del Madrid y el absurdo complejo de inferioridad del equipo de Mancini, un equipo con mucha púrpura, pero sin personalidad ni carácter. Para el técnico del campeón de la Premier, el empate suponía el mayor éxito y a eso dedicó toda su estrategia.

Todo lo contrario sucedía en la otro área, donde Hart sudaba ante las acometidas de los jugadores blancos, que pese a recuperar las buenas sensaciones de antaño no terminaban de hacer daño.

UN FINAL DE LOCURA Pasada la hora de juego, el choque tuvo dos aspectos clave. Mancini quitó a Silva, que dejó el campo entre los aplausos del pueblo. Esa acción debió despertar a Mourinho, que, por fin, se decidió a deshacer esa inútil barrera de tres en el centro del campo. Quitó a Essien y metió a zil. Parecía que la lógica se imponía, pero un error de Pepe propició una contra llevada por Touré y que acabó Dzeko solo ante Casillas (m. 69). Era el primer disparo a portería del City, aunque poco después del gol Casillas salvó el segundo en un disparo Kolarov (m. 72).

Mourinho volvió sobre sus miserias y dio entrada a Modric y Benzema. Marcelo igualó el choque con un buen recorte con la izquierda y un disparo con la derecha (m. 76). A partir de ahí la locura presidió el choque, al que le quedaban tres goles más. Uno de Kolarov, que lanzó una falta lejana que se coló en la portería de Iker sin que nadie tocara el balón (m. 85). Antes de que el jarro de agua fría llegara a la grada, Benzema logró el empate con un disparo con la derecha (m. 87). Tres minutos después llegó la apoteosis con el gol tanto de Ronaldo tras un recorte sobre Zabaleta (90'). Un gol que rescataba al Madrid de las tinieblas y que el 7 esta vez sí celebró.