No es José Mourinho una persona a la que le resulte fácil volver sobre sus pasos. Sin embargo, el técnico portugués intentó ayer no dejar más tierra quemada tras de sí en una cuidada puesta en escena destinada a rebajar la tensión que provocó. Frenó su embestida, pero la guerra interna continúa, por mucho que dijera que "es imposible tener mejor relación con la plantilla". Consciente del cisma, intentó responsabilizarse. "El culpable soy yo, pero a mí nadie me presiona ni me motiva porque eso ya lo hago yo", declaró Mou antes del debut de hoy del Madrid ante el Manchester City de Agüero y Silva (20.45, La1).

Tenía tanta prisa por intentar aplacar la tempestad que levantó en Sevilla que no esperó a la rueda de prensa previa al choque de Champions, prevista para las 5 de la tarde. Mourinho apareció en el telediario de las de las 3 en La 1 para anunciar que antes de verter su riada de críticas en Sevilla, los jugadores ya las conocían. "Hablé con ellos antes de mi monólogo con la prensa", dijo después Mou.

Luego entonó otro mea culpa al admitir su incapacidad para crear un grupo comprometido. "La culpa de este pésimo inicio de temporada es mía, aunque antes ganáramos o no, éramos un equipo", lamentó el entrenador del Madrid. Ya ante los periodistas, apareció un Mourinho bastante más tenso e inquieto. Lo primero que hizo fue maquillar parte del mensaje hacia los jugadores cuando se le preguntó por posibles cambios para el encuentro ante el campeón de la Premier.

De pronto, las ganas que le entraron en el descanso en Sevilla de cambiar siete jugadores se disiparon. "No habrá una revolución. No pretendo señalar a algún jugador que en estos momentos pueda no estar en buenas condiciones", manifestó Mourinho, que quiso puntualizar las palabras de sus jugadores de que en este negocio cuando se gana lo hacen todos. "En mis equipos cuando ganamos lo hacemos todos y cuando perdemos el responsable soy yo. Los jugadores no están preparados para debatir tras un partido", dijo Mou, para quien sus palabras en Sevilla pertenecen más "a una convicción que a las críticas".

El mismo se puso como ejemplo a la hora de referirse a la motivación o a asumir cualquier censura que venga de fuera. Una reflexión que invitó a llevar a cabo a los jugadores. "Mi motivación es intrínseca a mi trabajo. La crítica externa no me hará más fuerte porque yo soy el primero en hacer autocrítica. Debemos hacerla para merecer la situación privilegiada que tenemos", añadió.

En medio de esa dualidad, Mourinho siguió repartiendo caramelos y bofetadas. Tan pronto expresaba su convencimiento de que ante el City "tendremos un equipo compacto y solidario, en el que la gente esté a tope en sus principios profesionales y afectivos, aunque igual nos falta algo de confianza o autoestima" como se revolvía cuando escuchaba las quejas de los jugadores por lo que entienden como una pretemporada extenuante. Ahí Mourinho se retorció sobre el asiento y arremetió contra todo para eludir su responsabilidad.

"No he oído a ningún jugador hablar de eso. Quizá pueden referirse a ese viaje a Puerto Rico que interrumpió la preparación y que hizo volver a algunos dos días antes del inicio de la Liga. Aquello fue una aberración y la sufrimos los que tenemos jugadores internacionales. Yo ya estoy programando la próxima pretemporada", aseguró Mourinho en otro desafiante mensaje. Todo le vale para levantar a un Madrid herido, sometido hoy a una situación crítica.