Córdoba CF: Alberto García; Fernández, Gaspar, Ximo Navarro (Tena, min. 74), Dubarbier; Borja García, López Garai, Caballero (Alberto Aguilar, min. 66), López Silva; Patiño y Charles (Airam, min. 68).

Cartagena: Reina; Manolo Gaspar, Josemi, Abraham Paz, Chus Herrero; Mariano Sánchez, Dimas (Goni, min.83); Collantes, Lafuente (Julien, min. 55), Toni Moral; Braulio (Chamorro, min. 75).

Gol: 1-0, min. 20: López Silva; 2-0, min. 24: Patiño.

Árbitro: Sureda Cuenca (Comité balear). Doble amarilla a Mariano en el minl. 64. Amonestó a los visitantes Josemi, Dimas, Manuel Gaspar, Toni Moral y Abraham Paz.

Incidencias: partido correspondiente a la aplazada trigésima jornada de Segunda A, disputado en El Arcángel ante 11.824 espectadores,

LA CRÓNICA

Qué mejor momento que en la Feria y cuando aún queda un encuentro más, el próximo domingo. Qué mejor escenario que en El Arcángel, con casi 12.000 espectadores (según el club). Y además, como diría Homer Simpson, "con erótico resultado". El Córdoba de la 2011/12, el que se ha mostrado más que firme en casa, el que ha dado tardes de juego a orillas del Guadalquivir y lejos, muy lejos, hizo acto de reaparición en plena semana grande cordobesa para dejar claro que la Liga, esta Segunda, es muy larga, sí. Que deja exprimida física y mentalmente a cualquier plantilla, máxime si esta no es excesivamente larga o si no está hecha para pelear lo que otros buques de la categoría sí pueden. Y el Córdoba insiste que él también.

De acuerdo, fueron 45 minutos, pero suficientes. El equipo se autogestionó en una segunda parte en la que no se le podía exigir más, sobre todo teniendo en cuenta que el rival se había quedado con uno menos la última media hora y espera aún mucho esfuerzo, desgaste y pelea. Ese segundo acto sirvió para dar descanso a unos y otros, a los que se iban y a los que se quedaban y, de paso, para valorar más esos 45 minutos anteriores.

Caballero volvía como catalizador, Patiño se ganaba su titularidad y Jémez, aparentemente, tiraba una línea de cuatro atrás. Pero no. Después de alguna que otra prueba similar a lo largo de la temporada, más o menos fallida, el acierto ayer fue pleno. El técnico dejaba atrás a Fernández, Gaspar y Ximo y endilgaba a Dubarbier toda la banda izquierda. Y el ya demostrado motor que tiene el argentino pudo constatarse anoche que la gasolina que consume es de alto octanaje. Fue clave en la reaparición de ese Córdoba de toda la temporada. Desde el minuto, uno sin dejar resuello al enemigo. El jugador cedido por el Lorient subía y bajaba como el juguete de moda en la Feria, ese aparato con luces azules por el que dan la tabarra los enanos a los padres. Y lo hizo el argentino cumpliendo por igual en ataque y en defensa. Desde el principio, cualquier jugada de ataque cordobesista tenía como coprotagonista a Dubarbier. Si Collantes o Toni Moral cogían un balón en banda y podían generar algún problema (pequeñito), allá que aparecía el argentino para robar el balón. Así, las cosas son mucho más fáciles.

Pero el resto no anduvo a la zaga. Hablando de zaga, de nuevo una línea solvente despejando fantasmas de las últimas jornadas. El regreso de la experiencia, colocación y manejo de balón de Gaspar fue uno de los motivos. Pero tanto Fernández como Ximo Navarro rayaron a buen nivel. Y así, el resto. El Córdoba fue un vendaval que desde los primeros compases acumulaba ocasiones y acogotaba a su rival. El Córdoba de todo el año. Que cayeran los goles era cuestión de tener un pelín de paciencia. Y en apenas cuatro minutos llegaron los dos, los necesarios, en los pies de dos de los mejores hombres de este equipo a lo largo de la temporada. López Silva, que además dio el segundo y pudo anotar alguno más, y Patiño, que a pesar de los pesares, continúa apuntando muchas cosas para el futuro. Por lo pronto, ya está cerca de la decena de goles.

Cierto que el afán, el empeño, quizás un pelín de ansiedad hizo que el equipo amagara con partirse en algún momento de esa primera mitad, pero quedó solo en eso. Volvieron las transiciones vertiginosas, el daño continuo por las bandas y la inteligencia en la punta de ataque.

La primera mitad de los jugadores blanquiverdes fue doblemente tranquilizadora: marcador en franquicia y reflejo sobre el césped del equipo que ha enamorado todo el año

Además, el duelo terminó sin ninguna amonestación, con un descanso hasta el domingo y metiendo presión a los enemigos por las plazas de eliminatorias de ascenso a Primera

Los dos goles fueron una consecuencia lógica, aunque corta, del juego desplegado por los de Jémez, que volvían a rememorar grandes tardes en casa y también algunas lejos de ella. No ciegan los resultados. El de ayer no fue el juego ante el Guadalajara o el Nástic, en El Arcángel, a pesar de haberse saldado con triunfos, pero sí el de Riazor o Pucela, que acabaron en derrota.

Un Córdoba que acumuló casi una decena de ocasiones en apenas 45 minutos y la mayor parte de las mismas clarísimas. Velocidad y claridad de ideas, tanto en las orillas (con Dubarbier y Borja) como por dentro (con López Silva, Caballero, Patiño e incluso Charles). Un Córdoba con solvencia y suficiencia atrás. ¿El rival? Han pasado casi todos, algunos antes mencionados, que han generado zozobra en esa etapa más gris de los blanquiverdes, que anoche no dieron opción ni tan siquiera en la etapa de relax, en esa más de media hora final en la que el enemigo no podía hacer daño y los blanquiverdes tenían puesta ya la cabeza en el próximo compromiso, en la etapa venidera, la penúltima antes de la línea de meta final que, como en los videojuegos ha de significar un extra bonus para jugar, al menos, dos encuentros más.

Por lo pronto, el Córdoba se acuesta cuarto en la tabla clasificatoria y mete presión de esta manera a almerienses, alicantinos y alcorconeros en la lucha por las plazas de la cuarta a la sexta. Y lo hace regresando a sus señas de identidad, a esas que había ido perdiendo progresivamente hasta contagiarse en parte en sus compromisos en casa. Si en Girona se pudo atisbar, a pesar del resultado, un leve asomo de ese ADN propio cordobesista de esta temporada, ayer, en El Arcángel, se mostró de nuevo en todo su esplendor. Por la forma y por el momento, no queda otra que exclamar: ¡Qué bueno que volviste! Pero quédate.