De pronto se abrió la puerta de hojalata del box 31 de Le Mans y, a la vez, pura coincidencia, se abrió también la del box 30. Por el 31 apareció el niño Alex Rins duchando con cava a su padre, pues sabido es que, como tiene 16 años, no le dieran el cava en el podio. Y por poco baña de felicidad a Marc Márquez, que abandonaba su taller, dolorido, más en el corazón y en la cabeza que en su mano derecha. Se juntaron, paradojas de la vida, la felicidad y la tristeza a la vez, en la misma escudería. Rins celebraba su primer podio mundialista y Márquez lamentaba perder el liderato del Mundial de Moto2 por una caída absurda.

Y es que el GP de la categoría intermedia no tuvo un desenlace tan de ruleta, tan de casino, como el de Moto3, pero casi. El suizo Thomas Luthi, el mejor del invierno, obtuvo, por fin, la victoria que todos creían ganaría antes, pero Márquez le birló las de Catar y Estoril y Pol Espargaró, inmenso siempre, prudente ayer, pícaro todo el año, ya verán, le robó la de Jerez. Así que Luthi, viejo zorro, se escapó y ganó, acercándose a los dos favoritos, a los dos mejores. Luthi suma 68 puntos, dos menos que Márquez y tres menos que el nuevo líder, el pequeño Espargaró, el ídolo de Granollers.

Y eso, según cuenta Pol, porque se despistó y mucho en plena carrera. ¿Cuándo? Pues, ya verán: "Cuando desde el muro me enseñaron la pizarra informándome de que Marc se había caído y estaba fuera de carrera". Ese despiste, más el susto que se llevó al inicio, le hicieron perder confianza en su pilotaje y desde ese momento la carrera fue totalmente otra.