Hay cosas inexplicables en el planeta blanquiverde, como meterse 2.000 kilómetros en 48 horas para ver a este Córdoba y, en ese viaje, solventar multitud de 'peligros'

Paseaba uno por el barrio viejo de Girona y percibía la sensación de que el mundo se acababa en horas, de que ni se iba a disputar un partido de fútbol ni nada. De que los mayas tenían razón en el año y el 19 de mayo era el día elegido. Y a alguno le pilla a 1.000 kilómetros de su casa. Mala suerte. Habrá que buscar una cerveza y comanda. Las calles, tan angostas como la judería cordobesa, eran un amasijo de cabezas. No daba la vista para contemplar nada más. No es que los restaurantes o cafeterías estuvieran llenos, no, es que no podía uno meterse ni en un kebab o un wok , locales habitualmente abiertos casi las 24 horas del día pero que ninguno de ellos junta más de tres clientes en una hora elegida. Pues nada. Incluso en los lugares generalmente ajenos a la bulla, la carrer de Sant Celoni o la plaça de la Llibertat, por ejemplo, parecían la calle Guadalquivir o Alcázar de la Feria cordobesa.

Como si de un paseo por El Arenal a finales de mayo se tratase, logra uno meterse en una terraza, con calzador. Tanto, que las sillas de una mesa están juntas unas con las otras, no cercanas. Pegadas. La conversación, al estar casi hombro con hombro, es obligada. "Vaya pedazo equipo que es el Córdoba, ¿eh?".

El fútbol deriva en hablar de esta locura de gente en la calle. "Es Temps de Flors. Abren los patios de las casas del barrio viejo, ponen flores. Está muy bien. Igual te parece algo raro, ¿no?". Irremediablemente hay que invitar al interlocutor a que visite patios y cruces. Y Feria. "¿Como la de Sevilla?". Sale el alma cordobita : "No, mejor, más recogida, más cercana".

"Yo voy al campo luego. ¿Un empate nos viene bien a los dos, verdad?", pregunta la otra parte con una sonrisa de complicidad. "Es que tengo una amiga de Villaviciosa y un amigo de Córdoba". Y uno no puede acordar el reparto porque, por ejemplo, se acuerda de Javi Jiménez y de Toni, que se han metido entre pecho y espalda 2.000 kilómetros, transmitidos vía Twitter (tiburonontour) para ver al equipo de sus entretelas, con algún peligro añadido al de la carretera en paradas obligatorias que conllevan invitaciones que solo traen perdición, y no solo económica.

Aun con la derrota, ambos esbozan una sonrisa a la puerta del estadio, ajenos a las caras de decepción en la caseta del Córdoba en la Feria. Han padecido viajes a Albacete con victoria con la mano de (dios) Acciari. Han estado en jaulones a los que se les llamaba estadios. Han padecido partidos infumables ante clubs y equipos que ya ni existen. ¿Temps de Flors? Qué más da, si todavía queda Feria. Y dos encuentros fundamentales para cambiar la historia.

"Yo soy de aquí y mis padres también, pero tengo dos amigos de Córdoba: una de Villaviciosa y otro de la capital. Si empatamos nos viene bien, ¿no?"