2.- Deportivo de La Coruña: Aranzubia; Laure, Zé Castro, Aythami, Morel; Borja Fernández, Juan Domínguez; Bruno Gama (Salomao; min.84), Valerón (Alex Bergantiños; min.68), Guardado; y Xisco.

0.- Córdoba: Alberto García; Fernández, Ximo Navarro, David Prieto, Fuentes (Vico; min.46); Borja García, López Garai, Javi Hervás (Quero; min.64), Dubarbier; López Silva (Airam; min.79); y Charles.

Goles: 1-0; min.21, Borja Fernández. 2-0; min.67, Aythami.

Arbitro: Arcediano Monescillo, del colegio castellano-manchego). Mostró amarilla a Laure (min.29), Borja (min.69), Bruno Gama (min.76) y Juan Domínguez (min.82), por parte del Deportivo.

Incidencias: Encuentro de la trigésima primera jornada de Segunda División disputado en el estadio municipal de Riazor ante unos 32.500 aficionados. El Deportivo declaró el partido 'Día de las Peñas' y numerosas agrupaciones acudieron al feudo blanquiazul.

LA CRÓNICA

Por muchas que fueran las lágrimas a la finalización del encuentro de anoche en Riazor, estas no consiguieron ahogar la sensación de orgullo. No taparon ni borraron las imágenes grabadas en la retina. No lograron extinguir el incendio generado desde el inicio por López Silva, que parecía tener el don de la ubicuidad. Allá donde el Córdoba empezaba a generar fútbol, allá estaba el onubense. Ora en el espacio entre López Garai y los centrales, otrora dando el último pase hacia la banda para un centro de Fuentes o de Fernández. Tampoco lograron apagar, por muchas lágrimas que se derramaran al final del choque, las luces desprendidas por Dubarbier cada vez que El Francés merodeaba el área deportivista con disparos o últimos pases a algún compañero o, ya en la segunda parte, en cada subida centelleante apoyando a Fede Vico o disparando para probar a Aranzubía. Ni tan siquiera pudieron impedir esas lágrimas el recuerdo del partido de Ximo Navarro: velocidad, colocación, criterio y hasta serenidad cuando Riki le agredió con un cabezazo y Arcediano Monescillo miró hacia la playa de Riazor para comprobar si había bañistas o no. Llanto que, en fin, no pudo tapar el partidazo del Córdoba, en general, desde el primero hasta el último minuto. El mejor equipo que ha pasado por Riazor en toda la temporada y que mereció amplísimamente el triunfo. Pero si la ya conocida falta de pegada de este Córdoba le permite, por juego, imponerse a muchos de sus rivales, cuando el enemigo es un equipo de Primera, por muy mecánico, escueto, incluso básico que pueda ser éste, el certificado de defunción está firmado.

Con todo, el equipo de Jémez saltó al terreno de juego como prometió su técnico en la previa. El conjunto blanquiverde ejecutó una puesta en escena que rozaba lo espectacular. Favorecido por la casi nula intención de presionar de los locales, el Córdoba se quedó con el balón. Y lo mejor es que sabía qué hacer con él. Desde atrás, los visitantes construían y llegaban a los dominios de Aranzubía. Fernández y Fuentes, que acabó con problemas físicos y tuvo que ser sustituido en el descanso, se desdoblaban y tenían el límite en el banderín de córner. Prieto y Ximo tocaban para iniciar, nunca para evitar peligro. López Garai volvía a sacar su particular Cuaderno Rubio nº 1 de equilibrio futbolístico y se comía a Juan Domínguez y a Borja. Dubarbier y Borja, más el primero que el segundo, obligaban a Bruno Gama y a Guardado a actuar más como laterales que como interiores y López Silva, mientras, se dedicaba a disfrutar del balón. Ser de nuevo el fusible para que todo el circuito eléctrico funcione. Hervás lo intentaba y, a veces, lo conseguía. Charles no. Aún le sigue faltando al brasileño. Pese a todo, el despliegue futbolístico del Córdoba era tremendo y la afición deportivista así lo reconocía. El gol de Borja fue un cúmulo de desgracias, propias y ajenas. Las propias, a cargo de Alberto García; las ajenas, de Arcediano. Ni era falta el balón que originó el gol y sí que pudo serlo en el choque del pivote deportivista con el portero blanquiverde, que bien podría haber intentado el despeje antes que porfiar por quedarse con el esférico.

El Córdoba no se desanimó ni pareció acusar el golpe. Continuó a lo suyo. Cada aparición de López Silva, menos de Borja y más de Dubarbier se convertía en un problemón para los gallegos. Toque y toque con criterio e intención. Pero sin gol.

Como en Valladolid y otros sitios, el Córdoba dio una lección de juego y de creatividad táctica en Riazor, principalmente en los primeros 45 minutos; la falta de gol le lastró

La mejor lectura del partido, ante la injusticia del resultado, es reconocer la llegada de hombres como Ximo Navarro o Dubarbier y la aparente frescura física para el final de campeonato

Charles, Dubarbier, López Silva, Borja... El Córdoba tuvo ocasiones no para irse con un marcador nivelado, sino para cerrar el encuentro en el primer acto, pero se fue a vestuarios en desventaja y con una sensación de frustración que no le afectó para el segundo, en el que salió con la misma intención. Dubarbier bajó al lateral ante la lesión de Fuentes y Fede Vico tiró de descaro a lo largo de los 45 minutos de los que dispuso.

Justo después de una ocasión del canterano llegó el mazazo para los de Jémez, que fueron cazados en su segundo lunar a lo largo de la temporada: a balón parado. Una falta inexistente la sacó Guardado para que Aythami rematara con el pie, al borde del área pequeña, casi a placer. Todo el conjunto blanquiverde, incluido Alberto García, pareció el ejército de la dinastía Qin, soldados de terracota de Xián. Y ya no hubo marcha atrás. El Córdoba perdonó más de lo permisible ante un Deportivo que necesitó una ocasión y media para hacer dos goles y que se dedicó, prácticamente durante todo el encuentro, a intentar montar contrataques ante la superioridad en juego de los de Jémez que, a pesar del marcador, aún siguieron buscando la portería enemiga, aunque con el mismo resultado que la hora anterior. Ante el desgaste físico visitante y la sorpresa local por el resultado, los últimos 20 minutos se convirtieron en los de la basura, a pesar de la efervescencia de Quero y Fede Vico o la insistencia de Dubarbier.

Si en la previa se explicaba que en Riazor se iba a vivir una jornada electoral paralela, un voto por el fútbol, el único que realmente cumplió con esos pronósticos fue el Córdoba, con una lección de juego, disposición, actitud y, por momentos, belleza. Pero ese sufragio que ejerció el conjunto de Jémez se convirtió en un voto de castigo al fútbol. Toca secarse las lágrimas y sacar a relucir el orgullo.